Hartazgo de noticias sobre la corrupción de los políticos. Así que voy a escribir sobre la libertad. (Que es otro revolcadero de cerdos). El hombre está condenado a ser libre, dijo
Sartre, y quizá lo sea. Libre por cojones, quiero decir. Pero no es libre. Porque la libertad sartriana más que una propiedad
cualitativa es un castigo. Los ángeles soberbios fueron condenados a ser
demonios. Con toda su libertad a cuestas. Los delincuentes son condenados a la
pena de cárcel. Los pusilánimes son condenados a la indeterminación. A los
deportistas cazados con lo del dopaje se les condena a prescindir de su actividad deportiva e
incluso se les desposee de sus títulos. En cualquier circunstancia, el hecho de
“ser condenado” lleva consigo la idea de castigo. De modo que si el hombre está
condenado a ser libre quiere decir que sufre el castigo de la libertad. Se dice que la libertad es una cualidad eminente pero, en realidad, es un castigo.
Un individuo puede “ser” libre y, sin embargo, sentirse incapacitado para
ejercitar la libertad. Una cosa es que se entienda la libertad como inmunidad
de coacción extrínseca (aquí el hombre sería libre por si mismo) y otra que se
practique la libertad como un ejercicio finalístico (aquí el hombre estaría
obligado por otros a ser libre). Los poderosos imponen la libertad, para disimular. Pero no eliminan el hambre de los seres humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario