miércoles, 6 de febrero de 2013

EL COCHE (DE LOS POBRES) Y SU SÍMBOLO


No quiero quedarme en casa. El miedo al vacío. La orfandad interior. Escapo de mí mismo cabalgando caballos atmosféricos a más de ciento treinta kilómetros por hora. El coche es ese símbolo que sintetiza las apetencias y las carencias. La apetencia de ser más, de aparentar lo que no soy, se plasma en el coche que exterioriza la condición social a la que pertenezco. Porque, aunque todos somos iguales, unos somos más iguales que otros, dijo el cínico. El coche es un símbolo. De poder, de categoría social. El que posee un coche birrioso, es un pobre. Y el personal expresa su emoción íntima ante el nacimiento (y la posesión) de un extraordinario objeto  tecnológico y diferenciador, aunque no crea en la diferencia de clases sociales. Sin advertirlo, caigo en el simbolismo de la condición social. Carl G. Jung expone que el hombre moderno continúa reaccionando a profundas influencias psíquicas que en otros tiempos se atribuían a gente supersticiosa e inculta. El coche, como símbolo, es una de esas reacciones. Y es posible, además, que sea un vínculo entre los mitos arcaicos y las modernas tecnologías, símbolo «producido en la mente inconsciente del hombre moderno al igual que se producía en los rituales de las sociedades antiguas». O sea, que, psicológicamente, hemos progresado poco, ya ves.

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