(Un artículo antiguo - lunes, 24 de marzo de 2003)
ALBA PLATA
JUAN GARODRI
Ante la repugnancia que me provoca esta guerra, casi no
me reprimo y me veo morado para aguantar las arcadas que me revuelven las
tripas, para soportar ese violento maremoto intestinal que provoca la náusea
impelida por el repugnante virus del asco. La náusea me provoca una vergüenza
inconmensurable y eleva sin parar mis cotas de adrenalina que (por muy levógira
y cristalizable que sea) provoca en mi cerebro una especie de aturdimiento
abochornado, cabreado y confuso, de modo que me avergüenzo, ahora mismo, de ser
occidental, europeo, español y libre.
Y,
sin embargo no voy a hablar de la guerra. Porque
el sábado, día quince, prometí a algún colega dedicar la próxima ‘Tribuna’ a
Alba Plata.
Cuando
recibí la invitación del Excelentísimo Señor Presidente de la Asamblea de
Extremadura para asistir al viaje (Alba Plata: un camino para la creación),
juro que los putrílagos de la petulancia iniciaron en mi interior un
insospechado proceso de fermentación que convulsionó mis vanidades. No era para
menos. La propia Asamblea me incluía en el canon de ‘artistas y escritores’
extremeños: esa era la razón por la que había sido invitado. Llamé a Machaco
por teléfono: sus palabras me hicieron caer del guindo. A pesar de ser uno de
los mejores artistas extremeños, Machaco posee el don del raciocinio de forma
clarividente y humorística. No seas crédulo, me dijo, nadie va a reconocer tus
cualidades, cada uno va demasiado pendiente de sí mismo como para preocuparse
de los engreimientos ajenos. Si quieres,
vamos juntos, le dije. De acuerdo, me dijo.
Junto
al acueducto de los Milagros, en Mérida, aparqué al mismo tiempo que lo hacía
Teresiano Rodríguez. Nos saludamos y nos prometimos alguna parrafada. La mañana
era soleada y limpia. La vieja geometría del acueducto se recortaba contra el
azul blanquecino del Este. Me dirigí a Santos Domínguez y recordamos otros encuentros
en algún jurado literario. A juzgar por
las tímidas y escasas actitudes saludadoras, la mayoría del personal apenas se
conocía. Qué hacíamos allí aquella mezcolanza de rostros, de apariencias y de
mentes (separado). )Qué
opiniones sobre la creación y el arte cabalgarían las neuronas del gentío? No
puedo evitarlo: ante situaciones semejantes, me gusta agujerear la mente de los
circunstantes y averiguar el pensamiento que la habita, averiguar los
milímetros cuadrados de opinión que la alimenta. Porque, no hay duda: las
mentes de artistas y escritores son las mentes dotadas de mayor cantidad de
opinión por milímetro cuadrado que puede uno encontrarse. Ay, amigo, si acudes
a cualquier foro, apreciarás maravillado que existen tantas opiniones sobre la
calidad del arte o de la literatura como asistentes al acto, y aún más, porque
algunos (y algunas) emiten opiniones diferentes según hablen al principio o al
final. Y así, los enchaquetados, e incluso encorbatados, afirmarán con
contundencia que el realismo, la disciplina y la vuelta a los conocimientos de
siempre constituyen la base imprescindible para desarrollar un proceso
artístico de calidad. Los enjerseizados y entrencados, por el contrario,
afirmarán con solvencia que la tecnología, los ordenadores y las conexiones a
Internet definen los itinerarios artísticos actuales, y no otros. Los barbudos
y encazadorados expondrán con displicencia que solamente el progreso y sus
referentes bimilenarios pueden capacitar una posición artística de calidad
dentro de un acuerdo marco docente y pluralista.
No
sé, aunque los viajeros no excedíamos de cincuenta, me pareció que algunos
ejemplares constituían grupos indefinidos, no bandas, por supuesto. El grupo
tiene en común la similitud, la reunión voluntaria para iniciar la búsqueda de
lo semejante. El grupo funciona como una
reducida concordancia de actitudes en la que un integrante puede conseguir con
relativa facilidad una imagen para salir del anonimato. No creo que yo lo
consiguiera, salvo que se considere salir del anonimato las amables y breves
palabras de despedida que me dirigió Elías Moro y las que me dirigió don Manuel
Veiga al principio de la cena: )Eres Garodri? Me dijo, Sí, respondí, Leo tus artículos, dijo, Gracias,
respondí. El ego se me infló como un globo a punto de estallar. En fin, el
placer de formar parte del grupo proviene de la exigencia de adaptarse a unas
reglas de pensamiento y de conducta. En este sentido, todos nos sentíamos
dúctiles, con fácil capacidad de adaptación a la incesante labor de pastoreo de
Pilar Mayoral que, más que una guía previsora y experta, fue para los viajeros
una madre, según afirmó Castelo en los brindis, al final de la cena.
Como el viaje por el tramo cacereño de la Ruta de la Plata
(la información de Prensa ya ha relatado los pormenores) era de creación, pues creé algo. Esto:
Ab Emerita Asturicam. La Ruta de la Plata.
A quince días de marzo del año dos mil tres.
En autobús, viajamos artistas y escritores
(que somos eso, dicen,) para espantar el tedio
de nuestra Extremadura, tan amada y tan vieja.
Acompaño a Machaco, que pinta caracoles
y esculpe minotauros y toros y doncellas
perdidas en la inquieta rectitud de las líneas.
Yo escribo cuatro cosas en el HOY, los domingos,
y por eso me invitan al autobús que surca
la Ruta de la Plata como un velero cómodo
de la tecnología. Escritores y artistas,
dicen que somos eso, enfrentados al brillo
de la inmortalidad. Las piedras derruidas
de Alconétar y Cáparra nos ponen en el sitio
que ya nos corresponde: la ruina que alimenta
venas y petulancias de jardines de agosto.
Recuerdo, en consecuencia, sin heridas a nadie,
que el tiempo desconoce, con su conocimiento,
que escritores y artistas, eso dicen que somos,
poseeremos la noche y no
seremos nada.
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