CRÓNICAS DE RADIO POPULAR
DESDE CORIA
El tributo del río Alagón.
Un joven
perece ahogado frente al Puente Viejo.
18
de mayo de 1969
El río Alagón, afluente del Tajo, deja que sus aguas fluyan tranquilamente a su paso por Coria. El cauce es llano y desde la altura de la muralla contempla uno la inocencia de las aguas, fuente de riqueza para las hectáreas y hectáreas de regadío que se nutren de ellas. Aguas mansas, cristalinas, camino de Lisboa, indiferentes y orgullosas. Aguas del Alagón, con fama de traidoras, que cada año engullen con parsimonia algunas vidas humanas.
Y
este es el objeto de la crónica. Ayer, día 17, a las 3 de la tarde, el alagón
tragó su primera víctima de la temporada. José Antonio Moreno Robleda, de 20
años, recién entrado en quintas, obrero eventual en paro forzoso, había
preparado su caña de pescar. Era una caña humilde, sin carrete lanzador japonés
de última moda, y con boya de corcho. Pero su imaginación capturaba piezas
hermosas que abanicaban el agua con la cola, al tiempo de ser cobradas. No
pudo. Le fue imposible.
Justamente
frente a la catedral y el puente Viejo, unas máquinas excavadoras perforan sin
cesar el fondo del río para extraer grava que se utiliza en las construcciones.
Cerca de la orilla, el cauce tiene hoyas de hasta seis y siete metros de
profundidad. Hoyas peligrosas, calderas interminables de lodo. José Antonio
Montero había bajado con su padre a pescar. Lo hacían junto a una de estas
máquinas excavadoras.
De
pronto, el muchacho, voluntarioso, decidió tomar un baño. Ante los ojos de su
padre se lanzó al agua. Nadó un trecho de unos diez metros río adentro. Aquí
comenzó a agitarse y a dar saltos sobre el agua. En uno de ellos se sumergió y
no ha salido aún. A la hora de grabar esta crónica, el cadáver aún no ha sido
recuperado. Los equipos de salvamento, deficientes y rudimentarios, no han
podido hacer nada debido a la crecida que arrastra el río, ya que ayer era día
en que el pantano de Gabriel y Galán suelta aguas por su represa de Valdeobispo.
Pobre
muchacho, víctima impensada del agua aparentemente tranquila. El día «32 de
diciembre», como dice Cabodevilla, llegó para él de pronto e inopinadamente,
como un mes extraño al que por arte de magia se le hubieran alargado los días.
Eterno «32 de diciembre» puesto ayer en el tiempo por las aguas del río Alagón,
fuente de riqueza a veces, a veces fuente de tragedia.
Desde Coria, para Radio Popular de Cáceres, J.G.
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