miércoles, 26 de octubre de 2016

LA INVESTIDURA DE RAJOY


No puede ser que se esté utilizando la teoría de Gramsci sobre la corrupción conceptual del lenguaje, «conseguir que el pueblo y sus dirigentes asuman que los vocablos fundamentales sobre los que se asienta la libertad signifiquen lo contrario a su verdadero significado». No puede ser, redundando en la idea, que se nos haya concedido la palabra para ocultar el pensamiento. Sería la peor de las maldades humanas. No puede ser que todo el espectro político se nutra de mentira, engaño e insultos. Rechazo el pronunciamiento electoral basado en la caza del voto. Me niego a aceptar que los españoles estemos gobernados por inútiles, ladrones, descerebrados, mentecatos, megalómanos o paranoicos. No acepto que a los españoles sólo nos importe el bolsillo y seamos tan gilipollas como para que nos dé igual el desbarajuste político, el descojonamiento de los partidos, la obediencia partidaria de la justicia, la sinrazón burrera de los debates y el bolo descomunal de los escándalos económicos. ¿Hasta donde vamos a llegar cuando los convocantes de la concentración que llama a rodear el Congreso en señal de protesta contra la investidura de Rajoy, la califican de "ilegítima"? Tal vez la investidura de Rajoy  no sea oportuna, probablemente no sea ni siquiera saludable o conveniente para la democracia, pero desde luego lo que no puede proclamarse es que sea "ilegítima" porque se va a hacer conforme a las leyes.

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