No tiene nada de extraño que hoy día ('a día de hoy', dicen algunos plumíferos influidos tal vez por la
cacofonía francesa) muchos se crean Pico della Mirandola, peritos en
Humanidades o poco menos, por el hecho de hojear de vez en cuando la
prensa. Y digo hojear. Porque una cosa es hojear y otra es leer. Mientras que,
como es obvio, hojea quien pasa las hojas, no lee, sin embargo, quien se limita
a pasar los ojos. Para leer, hay que entender lo que se lee, e interpretarlo. Y
para interpretar lo leído se necesitan referencias conceptuales. Es lo que la
gente llama cultura. Una persona que mediante sus estudios o lecturas adquiere
conocimientos diversos y múltiples, alcanza probablemente un conjunto
importante de referentes conceptuales que quizá le ayuden a interpretar la
realidad con más probabilidades de aproximación objetiva, o de acierto, que
aquélla que carece de tales referentes. Del mismo modo, quien posee un número
elevado de referentes científicos, humanísticos, artísticos, literarios,
económicos o deportivos, por citar algunos, interpreta lo que lee con
mayor sensatez que quien posee un número reducido de dichos referentes. En
resumen, una persona culta (cultivada,
enriquecida por sus referentes conceptuales) interpreta mejor
lo que lee que otra inculta (empobrecida
conceptualmente por su carencia de referentes). Es lo de la competencia o incompetencia lingüística.
De ahí lo del título: (in)cultura lectora. El personal se considera culto
por el hecho de leer, incluso por el hecho de pasar las hojas. ¿Cuántos poseen la conveniente capacidad conceptual como
para interpretar, con suficiente y abundante flexibilidad mental, lo que leen?
Fin.
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