martes, 4 de octubre de 2016

(IN)CULTURA LECTORA


No tiene nada de extraño que hoy día ('a día de hoy', dicen algunos plumíferos influidos tal vez por la cacofonía francesa) muchos se crean Pico della Mirandola, peritos en Humanidades o poco menos, por el hecho de hojear de vez en cuando la prensa. Y digo hojear. Porque una cosa es hojear y otra es leer. Mientras que, como es obvio, hojea quien pasa las hojas, no lee, sin embargo, quien se limita a pasar los ojos. Para leer, hay que entender lo que se lee, e interpretarlo. Y para interpretar lo leído se necesitan referencias conceptuales. Es lo que la gente llama cultura. Una persona que mediante sus estudios o lecturas adquiere conocimientos diversos y múltiples, alcanza probablemente un conjunto importante de referentes conceptuales que quizá le ayuden a interpretar la realidad con más probabilidades de aproximación objetiva, o de acierto, que aquélla que carece de tales referentes. Del mismo modo, quien posee un número elevado de referentes científicos, humanísticos, artísticos, literarios, económicos o deportivos, por citar algunos, interpreta lo que lee con mayor sensatez que quien posee un número reducido de dichos referentes. En resumen, una persona culta (cultivada, enriquecida por sus referentes conceptuales) interpreta mejor  lo que lee que otra inculta (empobrecida conceptualmente por su carencia de referentes). Es lo de la competencia o incompetencia lingüística. 

De ahí lo del título: (in)cultura lectora. El personal se considera culto por el hecho de leer, incluso por el hecho de pasar las hojas. ¿Cuántos poseen la conveniente capacidad conceptual como para interpretar, con suficiente y abundante flexibilidad mental, lo que leen? Fin.

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