Lo mejor es lo del psicólogo. Me acerco a su confesonario y le vacío la biodegradación de mi conciencia fisiológica.
—Soy un energúmeno del derroche físico —le digo—, y tengo de todo: ansiedad, desórdenes digestivos, fatiga, insomnio, dolores musculares y palpitaciones.
—Es el estrés —me dice—, esa especie de termita robotizada y perversa que corroe las entretelas de hombres y mujeres, siempre que ambos se pasen en los retos y estímulos personales.
—¿Qué hacer? —insisto.
Y, sorprendentemente, aventura una respuesta que me deja traspuesto.
—La risa —me dice muy serio—. La risa es la naturoterapia adecuada para solucionar tu problema. Ríete sin parar, ríete de todo y no hagas caso a nada. Si te ríes, llegarás a viejo.
Así que he puesto en práctica la recomendación. Y Puesto que la risa nos salva del estrés y surgen tantos motivos de risa diarios, riamos. No hay más remedio que seguir los consejos avisados del psicólogo. De hacerle caso, te aseguro, amigo, que disfrutaré de una salud de hierro y, probablemente, me caerá la breva de alcanzar una longevidad exuberante y casi bíblica, de esas en las que uno llega a conocer a los hijos de los hijos de los
hijos.
(Hay un inconveniente: cuando camino por la acera contándome chistes de políticos honrados y millonarios cumplidores con el fisco, la gente piensa que estoy majareta al escuchar mis carcajadas).
(Hay un inconveniente: cuando camino por la acera contándome chistes de políticos honrados y millonarios cumplidores con el fisco, la gente piensa que estoy majareta al escuchar mis carcajadas).
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