Llama la atención el hecho de que los políticos tengan que reunirse con tanta frecuencia. ¿Para qué? Desconozco la finalidad de esas reuniones.
El político es un ser que ha sido inventado para reunirse, asegura Juan Manuel de Prada.
Sorprendente y apabullante.
Lo sorprendente resulta de que, en la mayoría de los casos, la reunión jamás produce un efecto positivo, puesto que siempre hay que volver a reunirse en próximas fechas.
Lo apabullante resulta de que, en todos los casos, las reuniones, convenciones, inauguraciones, exposiciones, etc., llevan aparejado, como albarda gastronómica y/o crematística, un generoso papeo institucional al que se apunta indiscriminadamente todo político que se precie.
(La política es la organización de la moralidad) —dijo. |
Y el gentío se pregunta, mosqueado, por qué coños los políticos no empiezan sus reuniones o inauguraciones a las ocho de la mañana, como todo quisque, con lo que a las doce estarían libres para ir a comer cada uno a su casa. La cosa institucional se ahorraría un pastón en catering y dietas.
Resulta casi enternecedor considerar la inocencia aristotélica de la Política , obra en la que el autor estagirita la considera como una grandiosa organización de la moralidad.
¿La moralidad? Caerse del nido es poco si creemos en la política como «organización de la moralidad».
Prefiero largarme al desierto de mis conceptualidades.
Para echarme a llorar.