FLASHLIGTHS
(Instantáneas)
LA CHICA QUE NO QUERÍA VOLVER A MAQUILLARSE
JUAN GARODRI
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Quisiera poseer el ojo crítico
que poseyó Ruth Gruber.
Capturar el chispazo que se oculta
en algunos momentos de mi vida
resuelta en distopía versificada.
(Pero no soy
fotógrafa).
NOTICIARIO
Estoy hasta los morros de
escuchar que me mienten.
Ser masa que utilizan cada día los mendaces
para hornear con ella su aclamada
mentira.
Noticiarios, la prensa, esos
telediarios
que tanto manipulan.
Las teles de todo el universo,
sus pantallas,
tendrían que fundir por
siempre en negro.
Me vestí con la ropa de la mujer aquella
que elevaba
los brazos como loca
para alcanzar
las horas de los días.
Se nutría de
minutos para ver
la porcelana
de la noche.
La magia
nocturna sucumbía
en el pozo
diario de la nada.
(De ahí mi desencanto. Eso era todo).
TALLEYRAND
Me ha sido concedida la palabra
para disimular el pensamiento.
Como a los mentirosos.
Charles-Maurice de
Talleyrand-Périgord
(que nunca conoció productos de
belleza
ni se sintió atraído por la
tecnología punta),
lo vio clarísimo. Hace
doscientos años.
El tiempo era pequeño. Su mentira.
Convertido en un breve puñado de palabras
el tiempo se vencía tenaz hacia
la nada.
Yo, como tonta retonta, me vencía
también hacia la nada. Mi mentira.
Estaba tan contenta en el vacío.
Sin saber, como tonta, que mi corta alegría
tan sólo manaba de las falsas palabras
que me hacen posible.
DESAYUNO SIN DIAMANTES
Desayuné dos frases en medio de la cólera:
¡Abajo la metáfora! ¡Muerte a
la metonimia!
La rabia acumulada me vistió la
camisa
del indignado, corros
y mil antidisturbios en la
Puerta del Sol.
Apresuré mi paso para tomar mi
plaza
y, sentada en el suelo,
apuré la protesta llamada
antisistema,
las heces rojas, turbias, del
enardecimiento.
Me falta, como a todas, el
tiempo suficiente
que acabe confundiendo grito y
odio en el tiempo.
Avivo el tiempo cuanto puedo, lo poseo, lo
gasto.
I spend my
time. Una moneda, el tiempo.
Emili Dickinson lo gastaba en nostalgia y
soledades.
Qué tristeza ser alguien, ¿tú quién eres?
Le pregunto a Quevedo por el tiempo.
Se burla de mi ardiente y pretenciosa
disposición a alargar los instantes,
no tengo masa eterna por mucho que lo
piense.
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Me acerqué a la viejita por el
andén del metro.
Corría felizmente para
alcanzar la dicha
de abrazar a su hija perdida
en la penumbra
de un revuelo de tocas de
hacía cincuenta años.
(Las monjas también roban).
Se le partió el tacón del
zapato adquirido
en el puesto barato del
mercado del jueves.
Por mucho que agitaba las
manos, y gemía,
no valoré su angustia ni el
doloroso esguince
de su talón, mirábamos tan
solo de reojo,
transeúntes y gente, para
desobligarnos.
Apresurados, tímidos. Cada
cual a lo suyo.
Tampoco la ayudé a encaramarse
al tren.
(Mucho más perdió Aquiles por algo parecido,
—me conforté).
Ante la tristeza de la flor,
yo también me siento triste.
Cierro los ojos y la mente
va quedando
vacía de todo
llena
de
nada.
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VITTORIO MONTI
Aquel hombre tocaba de manera
admirable
el acordeón en la calle
peatonal,
había pasado horas, su
juventud quizá,
en la escuela de música de
Jagodina, Serbia.
La gran orquesta en la que
interpretaba
las fulgurantes Czárdás de Vittorino Monti
se había convertido ahora en la funda rojiza
de su pasamontañas volteado en
la silla
con diez o doce euros en el
fondo.
Como todo el mundo, ajena y
presurosa,
esa mala conciencia, giré la
cabeza
—casi siempre se gira cuando
el desasosiego nos atrapa—
para verlo (y oírlo) de lejos.
Tan sólo Micky Mouse puede ser libre
porque no es condenado ¿injustamente?
a ser en coordenadas temporales
(ahora, ayer, mañana),
a ser en coordenadas espaciales
(aquí, allí, en donde),
ni siquiera en ahora o en aquí.
Yo en cambio, para mi desgracia,
estoy condenada para siempre a
ser libre.
(Sartre lo supo quizá
por su estrabismo).
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VAE VICTIS
¿De qué hablar? ¿De Japón, de la guerra de Siria,
de Bárcenas y sus sobres B, de
Gürtel,
del Madrid o del Barça o del
Atlético,
del caso Nóos, de la Infanta
Elena,
del pozo de las EREs en
Andalucía,
de Sánchez el Okupa (dicen las
malas lenguas),
de Casado, de Iglesias, de Abascal,
de si el Papa Francisco es
comunista,
del conflicto social que ha
provocado
el independentismo en Cataluña,
de la pandemia, del
coronavirus,
de los muertos diarios en el
mundo,
de mascarillas y confinamiento,
de la desfachatez de los que
informan,
de parados, de Ertes y pobreza,
del miedo que acojona y rompe
el ánimo?
¿De la falsa salida de la
crisis? No sé.
El exceso adornado de información aburre.
(Por mucho menos Roma se cargó al
mensajero).
(La niña no es tan
niña). Estoy perdida
si me acostumbro a hacer la habitación.
Soy señorita de la
gente guapa
Mi mamá me regaña y
cada regañina
es una crisis honda
que colma la amargura
de nuestras
relaciones, frágil vaso.
¿Qué puede
acontecerme en un futuro próximo
si yo doblo la ropa o
coloco los platos
en el lavavajillas?
Mi condición social
no lo permite.
(Para qué esta
Gertrudis —dice ella)
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EL PERMISO
Me lo cuenta en la sala de
espera del Centro de Salud.
Cavila el jubilado, se
desvanece y sueña
en el asiento viejo de su vida
lejana.
Hace cincuenta años el capitán
Perianes
le dio un permiso breve de seis
días
para ver a la novia. ¡Aquellos
besos!
—El siguiente, llamaba la enfermera.
Renqueante pasó y, al cabo, la doctora
le
recetó silodosina, entre otras cosas.
(Menudo revoltijo la próstata y los besos).
Mi amiga Mélanie
Fonseca
es de izquierdas,
(‘podemitas’ las llaman)
en contra de la
opinión sesuda de su padre.
Mélani se ha
negado
a estudiar Económicas
en la universidad.
Quiere trabajar
de limpiadora, dice,
como una
activista de protesta y pancarta.
Su padre la ha
enchufado en alguna oficina
de cualquier
Ministerio en trabajo de tarde.
Cuando sale a las
once, se maquilla, se arregla
y se va al bar de
copas
con su BMW último
modelo.
A veces voy al Hiper para huir
de mí misma.
La pulsión consumópata es como
un sortilegio
porque ayuda a la gente a
escapar de su abismo.
Espero con el cesto de la
compra en la mano
para pagar en caja. No falla,
se le obstruye
la línea telefónica a la joven
cajera,
y a esperar mientras miro el cogote o el culo
de quien tengo delante. Me
siento más ridícula
que Forrest Gump el simple,
con su camisa estrecha de
cuadritos azules.
que juegue con la barbi bienvestida de
largas pestañas postizas,
prefiere mi mamá que me distraiga
con la maravilla del iPad, (mi regalo de
Reyes),
que descargue aplicaciones de belleza y moda
a través del quiosco virtual.
Cuando pasen diez meses
me va a realzar el rostro: replenador de
botox
que me regalará en mi cumpleaños.
(Mi mamá no se explica por qué demonios
tengo
casi
siempre el morrito retorcido).
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BÉCQUER Y MARX
Ese rayo de luna es tan pálido y
tímido
porque lo decidieron los poetas
románticos
mucho antes de Bécquer y sus
famosas Rimas.
Los obreros parecían tan tímidos
y pálidos
porque Marx no había escrito
todavía El Capital.
Después de Marx y Engels
y de aquel Manifiesto Comunista
que escribieron a dúo,
los obreros se han vuelto
insolentes y audaces,
irritación altísima del Tratado
de Maastrich.
Después de Gustavo Adolfo
Bécquer —leed atentamente
sus Poemas del Alma,
precursores
de la enferma poesía
contemporánea,
según observación muy reputada
de críticos solemnes—
después de Bécquer, digo,
los poetas resultan
pretenciosos y algo menos sublimes,
irritación suprema de las
editoriales.
Tanto
unos como otros cavan su propia tumba.
(Lo del Romanticismo puso el rayo de luna
en
la ornamentación de cementerios).
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Ya voy siendo mayor. Tanto ha insistido
mi mamá, que desde hace unos meses soy devota
de la mitología fashion,
habito la fugaz cristalería
de la denominada gente guapa,
la beautiful people, para entendernos.
Durante cada anochecer descubro
la oculta sensación de una piel nueva.
La fría taxidermia
de la carne vacía me recubre.
(Para no ser
desventurada).
ROD HUDSON Y GEORGE CLOONEY
Hablaron los periódicos
de casi todo el mundo
—con un share o cuota de lectura
elevadísimo—
de la homosexualidad encubierta de Rock
Hudson.
Mi abuela enamorada
de los ojos azules de Rock Hudson, tan
guapo.
Y lloró por él.
Mi mamá enamorada
del cuerpo de George Clooney, tan sexy,
tan pedazo de pan para comérselo.
Cuatro Globos de Oro, dos Oscar, algún
BAFTA,
y ahora muestran la foto de sus hijos
gemelos.
Ha llorado por él.
Yo estoy enamorada de mi Borja y espero
no llegar al umbral de los sollozos.
Menudo chasco.
Mi mamá me aconseja
que utilice palabras actuales
porque hasta los obreros sacan el tupper-ware
para sus bocadillos.
El cambio de lenguaje ha mejorado mucho
mi aspecto en los salones.
No tengo sentimientos, ya solo tengo feelings
to have the happiest days of
my live.
HORÓSCOPO
Sobre la mesa de hierro lacado
yace el horóscopo de la
semana.
Venus,
enfrente de mi signo, Leo,
contribuirá a despertar la
seducción.
La fuerza del león agazapado
para atrapar la presa y
devorarla
oculto tras la inercia de las
yerbas.
(Eso dice).
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Hoy tengo que asistir, no hay más remedio,
a la exposición de Pipilotti Rist. Un rollo.
Mi mamá sin embargo se apresura
hacia un punto de jovial optimismo.
Un lugar para la
celebración y los encuentros.
El chófer nos espera con
cara de entender
el placer visual del
cine narrativo,
las tesis feministas,
dice, de Laura Mulvey.
(La mujer como objeto
para ser siempre visto).
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EL RELOJ DE KATE WINSLET
A través de la limpia
cristalera
contemplo las petunias del
jardín
con su declinación leve de
tonos.
Los centros de mesa forman
paisajes acuáticos
con un punto ornamental de
fantasía.
Miro la hora en el longines
de Kate Winslet y total ¿para
qué?
Ronda en mi tiempo
la gran desilusión de los vencidos.
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(yo también he querido parecerme)
al rostro angelical de Clémence Poésy.
Volar, como ella, sin la escoba de la inocencia.
Los ojos del pecado no son tan oscuros ni maléficos,
son ojos más azules, más hermosos
que la añil rebeldía de los arcángeles,
los que se opusieron a la claridad.
(Mi mamá es pura envidia, segurísimo,
porque he permitido que me coman el coco).
MARÍA ANTONIETA
Los dulces y compotas que tanto
le gustaban
a María Antonieta de Austria y
sus tocados,
azote y sanguijuela de sus
sumisos súbditos,
me están prohibidos por la
tajante guillotina
de otro punto y aparte
celulítico.
Ni probarlos.
Con harina empolvaba sus
pelucas
cuando muchos franceses
carecían
de pan y de alimentos. Yo, si
acaso,
me como una pastita para
hundirme en el pozo
de la contrariedad, de mí
abrumada.
Si no lo hago, ya puedo
apresurarme
a la Semana Negra de Gijón,
aunque me adorne
con ilusorias joyas para la
esperanza.
Leo con tedio apresurado la carta del
menú.
Menú:
“Servimos la sopa de piquillo
en un vaso de cóctel
y a su lado elegante disponemos
el pastel ensartado en la brocheta”.
Los indignados gritan:
millones de
seres humanos pasan hambre.
¿Será cierto?
(Pregunta mi mamá con claro asombro).
EURÍPIDES
No puede salir
una a la calle
sin un maquillaje sutil.
No puede salir
una a la calle
sin pintarse
con barra de
labios de color vibrante.
No puede salir
una a la calle
sin haber utilizado
la pureza de
un gel iluminador.
Esclava de la piel, como una máscara.
También usaban máscara
las actrices de la
escena griega.
Y Eurípides
suena tan antiguo…
La amargura me llena esta mañana
como el aire amarillo llena un globo.
Camino con el aire decidido
de quien piensa que es única,
tal como mi mamá insinúa.
Así y todo, abrumada.
Ese pensamiento esquivo, sin sonrisa,
que nace en las ventanas laterales de cada una.
Si voy a la playa me siento
horrorizada.
Tendré que vestir out para no ir de guarrilla
con mi tanga tanguísima de
colores primarios.
Tendré que acomodarme a los
valores
que rigen la sociedad
burguesorganizada.
Acomodarme
a los grandes beneficios de la
cosmecéutica.
Olvidarme
de retoques nasolabiales y de
biquinis mínimos.
(Lucrecia Borgia no por
indecente
dejaba de ser algo
rechonchita.)
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Tengo que seguir el programa adecuado
de educación alimentaria
si quiero parecer bella, dice mi
mamá.
La playa y el hotel de lujo
son el escaparate del encanto.
Me conformo con eso.
Serlo ya es otra cosa.
(No es lo mismo ser
que parecer).
JACINTHA
SALDANHA
He leído: la vida es como esa
cucharilla
que golpea despacio,
parsimoniosamente,
la cadencia del vaso de la
muerte
bebida gota a gota.
Un pensamiento lúgubre.
Prefiero una cogorza de Beronia bien frío
a un envenenamiento de la vida.
¿Por qué el hombre asesina
a la mujer a la que tanto ha amado?
(Le había regalado un macetero blanco
de fibra de vidrio).
Mi mamá no se inmuta,
las noticias ajenas le resbalan.
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MANGO FASHION
No soy nadie, qué horror la
ordinariez,
si no voy vestida de Mango.
No puedo aparecer en la calle
poseída del disfraz de clochard,
vaqueros cuarteados,
zapatillas abiertas sin cordones,
camiseta gastada.
Como una maniquí caída, así
soy,
con la frente quebrada en mil
pedazos.
La infelicidad que relatan a diario en la tele
es esa voz que clama en el desierto
interior ¡aaaaaaaahhhhhhhhhh!!
(Mi mamá me atosiga
con revistas de salud y Moda).
Voy a morder aceras que conduzcan
a la puerta del cine del olvido
o de aquel bar de copas y su metacrilato.
El roce, o lo que sea,
de los cuerpos.
(Y Borjita tan lejos,
tan líquido en la bruma).
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TOMMY
HILFIGER
Tengo que navegar con mi
moderno tablet
entre el brusco oleaje de la
autopsia diaria.
Adquiero información de las marcas de moda.
El Corte Inglés me ofrece todo lo innecesario.
No sé porqué me gusta Tommy Hilfiger.
Al fin y al cabo, me vista como me vista,
no puedo dejar el tratamiento
de cintura y abdomen intensivo,
estoy así de tonta.
(A veces me perturba mi sumiso apagón interior).
Mi mamá me sugiere,
más bien me ordena y manda,
—¡me ama tanto!
que caminemos media hora
para cumplir la norma de higiene saludable..
A qué voy a pasear por el jardín
para escuchar el bucle de sus cosas.
Las que me niegan la felicidad
de hacer lo que quiero hacer cada momento.
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BUCKINGHAM PALACE
La ausencia es un
embudo
de recuerdos y brumas.
Borja me envía un
tweet reseteado
con el fondo de
los jardines
de Buckingham Palace.
La circunferencia
de su boca,
como de tinta
ardiente,
es más atractiva
que los setos rojos
de los gardens.
(Melancolía de los
recuerdos.)
He mirado a mi gato y me he puesto a llorar.
Como una tonta.
Tan feliz, panza arriba,
las patitas sobre el cojín del sofá.
Me gustaría tener
la sosegada libertad del gato.
(Mi mamá no soporta
que le ponga las patitas encima).
ANTONIO MACHADO
En la fuente que adorna el jardín de mi casa,
frente a la cristalera principal,
un mudo amor alado acecha mis entradas y salidas.
Ese amorcillo alado, leve capa de musgo,
(de piedra, como el del poeta)
contempla el ajetreo de mis ocasos.
Tanto ir y venir hacia la nada.
(Por muy rosada que me la pinten).
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Desde que uso a diario mi portátil
— con
tarjeta gráfica de 1 Gb dedicada,
mi portátil dotado
de la tecnología exclusiva que protege mis
datos—
mi mamá está radiante
porque no pienso, dice,
en los aborrecibles engreimientos
de pretender contrarias perspectivas
a aquella educación
que procuró
inculcarme.
(Soy desagradecida, dice, porque pienso
que el libro y la palabra han ocupado
el espacio de las cosas vacías).
APOLLINAIRE
Guillaume Apollinaire escribió en unos dípticos
que se había bebido el universo entero
de un solo largo trago.
Hay que tener estómago y
enormes tragaderas.
Ahora hubiera bebido, como
mucho,
una copita de hambre de Somalia
y una botella de virus y crisis
económica
y una garrafa de indigestión política.
(Y empezaría a toser, atragantado).
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A veces pienso
que vivo para vivimorir de pensamiento
crónico, aterida de mí.
Pero ¿en qué me convierto si no pienso?
Mi mamá me asegura,
con la estabilidad de su certeza,
que del mucho pensar y del poco dormir
se secan los cerebros.
(¿Cómo habrá conocido la sentencia?)
L’ABSOLU NU
Más luz. Menos materia.
Mis labios protegidos con pro-xylane cremas.
Tengo que deslumbrar a este selecto enjambre,
mayoría masculino, el día veinte de junio.
Fiesta de graduación de mi amiguita Maggie.
Abrazos y sonrisas. Saludos y besitos.
De ahí el tratamiento protector.
(La mentira y su máscara se disfrazan de labios).
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Mi cuerpo se agiliza y se sumerge pronto,
cada mañana,
en las ecuaciones de este tiempo aparente.
No hay que disimular ni hacer manitas
con los importadores
del ritmo de extinción de las especies.
(Mi mamá sentencia: Hoy se exagera mucho).
CAPRI C’EST FINI
No cambió la cosa ni para Jackie Onassis.
¿O no era Jackie Kennedy?
María Zhukova y su silla-escultura,
Flora Pérez, aquello de Marilyn
para casarse con un millonario.
Tantas y tantas.
(¡Ostia!, no me caerá esa breva).
El dinero cambia los apellidos
como cambian los amos el collar del perro.
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Soy casi feliz (ojo
con el casi)
si pienso con
apremiante ingenuidad
en mi denominación
como persona:
no soy lo que realizo,
más bien soy lo que oculto.
(Es la teoría de mamá,
lo siento).
NERÓN
Tan inconstantemente poseído de dios,
Júpiter padece un divino ataque
lúdico.
Juega conmigo
como juega el político que se
cree importante
con los ciudadanos y otros
contribuyentes.
(Nerón también jugaba a
componer hexámetros
mientras sus ojos locos
contemplaban de lejos
el incendio de Roma y sus
estatuas).
Me he sentado en el parque,
he cerrado los ojos y, al abrirlos,
me ha sorprendido un pájaro.
Con un rayo de sol gasta su tiempo, alarga el vuelo
tras la rauda ascensión hacia la altura
en busca de la luz.
La brevedad lo asusta,
pensé incrédula.
ROUSSEAU
La inocencia deviene sobre el ser
y lo abandona cercano a la desdicha.
La soledad es tan solo apariencia
del enigma interior que corrompe los sueños.
La decencia de aprovecharse de los demás.
Rousseau clasificaba
la inocencia del ser humano,
seres inocentes.
A mí me dejó fuera innecesariamente
de su taxonomía.
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Mi mamá está contenta
porque es amortal.
Bueno, no es tan
rotunda.
Más bien dice que quizá pueda serlo.
Ha endiosado la ciencia, y cree a pie juntillas
que sobrevivirá
a los efectos devastadores del paso de los años.
Tiene sus propios
santos (los invoca),
Meryl Streep, Madonna
y otras abuelas fashion.
(Espero que me enseñe
a prescindir de referencias cronológicas).
MURIEL BARBERY
Me gustaría tener la inteligencia
de Muriel Barbery, con sus erizos y sus golosinas.
Las convenciones sociales criticables
acerada y humorísticamente.
Con la guasa del ingenio fino.
Aunque el erizo se exceda con
frecuencia
en la alargada elegancia de la
hipotaxis.
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Con esta rigurosa dieta sana
mi mamá se convence de vivir muchos años.
Se ha comprado un medidor que la protege
de la electropolución y sus efectos.
Con eso y el objetivo anímico de la serenidad
(está segura)
se predispone a vivir su adolescencia.
GARCILASO
Adoro el silencio, tan necesario y limpio.
La tranquilidad del silencio.
El pacífico sosiego del silencio.
El susurro de abejas que sonaba
en el silencio de Garcilaso.
(Cada cual con sus gustos:
esos debates en el contenedor de la basura, id est TV,
y la crucifixión incruenta del silencio).
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¡Qué haré yo,
sin pizca de relax,
sin rutina de ejercicio físico,
sin dieta salvadora!
Mi adolescencia acaba
y ella la está empezando
—dice.
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DESCARTES
La duda como punto de partida.
Nunca voy más allá de mis certezas.
Como el ave que vuela, recorro
velozmente
la abrumadora banalidad
de mis exactitudes.
Pero no llego demasiado lejos.
Si dos y dos ya no son cuatro, dicen,
que vengan los banqueros a explicármelo.
¡Descartes y su certeza
matemática!
La concordancia entre la sed y
la arena
es algo que me atormenta.
Exige un copulativo éxtasis
ácueo
como exige humedad la raíz de
las plantas.
Por mucho que deshago el
envoltorio
de mi duda metódica,
la sed me abrasa, me seca, me
destruye.
Pienso luego no existo.
(Descartes era tonto de remate).
El atardecer se muestra pudoroso
si desvelo los íntimos secretos de mi estilo:
una cazadora con detalles prácticos
donde brille la excelencia del
diseño italiano,
(aunque no hay que gastar mucho para vestir ideal).
El low cost, dice ella, tenlo en cuenta
si quieres parecer lo que no eres.
Palabra de mamá.
LAS MENINAS
Me gustaría sentirme sublimada
por la inconsciente grandeza
narrativa
de las cosas pequeñas.
La flor blanca de la pandorea
sostiene la belleza suficiente
de la comparación con las
Meninas.
La rosa que se abre
como un abrazo vegetal,
hermoso,
trasciende los impulsos
de la carnalidad que a veces
me persigue.
Con el corazón siempre de moda
imagino no tener que esconderme.
He descubierto la versión más limpia
para la piel, para los deseos,
hasta mis pensamientos resplandecen
si llevo el corazón siempre de moda.
(¿Tú crees? —dice ella).
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CHANEL
Echo de menos
el recuerdo apacible de la niñez, en casa de mi abuela, en la Sierra de Gredos.
Aquella belle époque
de la alimentación.
Olor de jara quemada, pan de
horno reciente.
Aquel pan conmociona
mis cimientos de víctima
urbanita.
(Su reguero oloroso me
abrazaba
más que ahora el aroma de
Chanel).
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Estética facial
avanzada.
Mi rostro sano,
natural y hermoso.
Mi esteticista dice: un mes más, una talla
menos. Pero no lo consigo
por muy de talle alto que me vista.
La pata de elefante está en los bajos,
no en el talle,
—señala con el dedo mi mamá..
ONLAE
Jamás en mi vida he visto a
nadie
a las siete cincuenta de una
clara mañana,
en la Puerta del Sol,
practicando taichí.
Muy útil que las sensaciones
afluyeran
en sincronía con la luz
natural.
(Las Apuestas y Loterías del
Estado
no serían tan impúdicamente
necesarias).
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La fórmula del placer
es exclusiva.
Mejorar el mundo comenzando por mí.
Puedo aparecer con un look todoterreno,
botas altas burdeos,
blazer de corte clásico,
bolso de cuero con tachuelas.
Mi mamá dice que
parezco un James Dean malvestido.
(He llorado al
quedarme sin la fórmula).
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LUCCA GIORDANO
Pintaba epifanías apoteósicas
en la bóveda encarnada del
amor ausente.
Por eso detesto a Lucca
Giordano.
El amor, según norma, tiene que
ser presente,
como es presente esa rosa de luz para los ojos.
(La rosa no se cuelga lejana del deseo).
Doy de lado a mi duda metódica.
Formas atemporales, llamarada femenina y retro
para lograr un estilo elegante sin esfuerzo.
Chaqueta esmoquin fucsia de solapas anchas.
Con un toque de blush, otro toque en los labios
con un poco de gloss suave y
floral.
Y me enfilo a la
entrada de la noche.
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ROSE BYRNE
Enciendo la televisión y me
relajo.
Aparece la publicidad, entre
otras cosas,
de la última película de Rose
Byrne,
la niña buena que puede ser
mala.
Quiero estar sumergida en esas gamberradas
de blandos machos alfa
y presumir, ahora que puedo,
de pensamiento cómplice.
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Encuentro a mis amigas en el pub,
maquillados los ojos con efecto pantalla,
sombras nacaradas en los párpados,
guiños en oro, plata, bronce y purpurina.
Bebemos unas copas y reímos sin saber el por qué.
Huimos a la
profundidad del desvarío.
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HEIDEGGER
Martin Heidegger habla
de la infelicidad de la ex
—sistencia.
¡Y un cuerno! Me atiborro
de reductores, reafirmantes
y anticelulíticos.
Ante el espejo veo mi hermosísimo rostro.
Esa soy yo.
La que puede conquistar el
deseo,
la que puede destruir la
evidencia
de ser otra.
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Opinión de mamá: ya no soy nadie
si no voy vestida de Armani.
(¡Jolines, Louis Vuitton
tan
poco está tan mal!,
le digo a gritos).
No puedo aparecer así en la calle disfrazada
con ropa de clochard,
abanderada del look del ‘falso pobre’,
—tal van los Casiraghi.
(Como una maniquí caída, así soy,
con la frente partida en mil pedazos).
SCHOPENHAUER
Tan fina y transparente
como cristal quebradizo:
así es la fantasía que he
forjado
en el suburbio de mi
imaginación.
Ahora os lo cuento:
es una aspiración
contradictoria,
la belleza nace para morir aunque renace virgen
como la música renace cada vez
que se interpreta.
(Schopenhauer era más pesimista).
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El milagro de un maquillaje sutil
provoca un duelo entre generaciones:
Arruga versus
replenador.
No hay otra, dice mi mamá.
(Para mí no es más
que apariencia de vida,
de no muerte,
de no).
VERIFICACIÓN
La muerte se revive
inadvertidamente
cada vez que se ama.
(¿Por qué lo llaman amor
cuando quieren decir sexo?)
(Esto
tienen las cosas del cine:
no hay principio de verificación).
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El aire de estupefacción
que a veces se pinta en mi cara
me da un aspecto intelectual
que no me
corresponde.
Compruebo con horror que no adelgazo,
que la grasa localizada se hace más resistente.
Compruebo que mis amigas manifiestan
un sutil nuevo aire ejecutivo.
Compruebo la desinhibición posfeminista
de su paso, tan ágil y seguro.
¿Y yo qué? ¿Seré la tonta?
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ADVERBIOS
¿Puede haber en el amor
intencionalidad de tiempo?
Cuando estuve enamorada de
Borjita
creí perdidamente que el amor jamás terminaría;
creí ¿estúpidamente? que siempre viviríamos
con la miel en los labios.
Creía en la perseverancia
de los adverbios temporales.
Tonta.
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Me libro de los lazos familiares
y me escurro a la calle.
Me acerco hasta Callao
y me arrellano en el asiento azul, con palomitas.
¿La muerte se revive inadvertidamente
cada vez que se ama?
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MAQUILLAJE
Carece de vigencia, por mucho
que se diga,
la identidad de cada ser
consigo mismo.
Dicho así, de sopetón, no sé
para qué vale
un look inspirado en el esmoquin
ni la voluptuosa profundidad
del azul noche en mis ojos.
(Si esto es así, no vuelvo a maquillarme).
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A veces pienso que vivo,
que revivo,
para vivimorir de pensamiento crónico,
aterida de mí.
Me agarro a la tabla de salvación
de la
belleza y moda,
y salgo a comprarme unos blahnik
apropiados
al gasto de la gente alta.
¡Me quedo tan a gusto…!
Fenomenología de mi existencia.
Me aterra hasta
la náusea la irracionalidad de lo real, todo parece ser lo que no es,
este cuerpo que cuido para no
envejecer
me engaña: no es mi cuerpo.
Es solo la apariencia de mi
civilizada realidad,
es solo el salvavidas de todo
lo que soy.
(Pienso, para no desquiciarme,
que no está para bollos el
horno de Edmund Husserl).
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Soy pura manipulación
mal aceptada.
Me manipulo a mí misma con frecuencia.
Invito a Maggie, mi enemiga amada,
a tomar café con pastas de coco.
No pienso asistir, responde seria, ni hablar,
tengo mi propia vida.
Con hipócrita y sonriente aceptación
manipulo la herida del desprecio.
(Por no partirle la
espinilla).
EL ORDEN Y EL DESORDEN
I
Por más que la ironía
a veces se desboca como un caballo joven,
no tengo más remedio que
admitir el brebaje
de las anatomías de mi
peinado.
Tengo que convivir con la
melena lisa
y aceptar su estética
relajada.
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Surgida de un sistema de tira y afloja
la realidad me lleva de un lado para otro.
Atravieso las aguas tibias de la vida diaria
para creer en las corbatas y despachos
que rigen mi destino.
(¡Me siento tan
fatal!). Y lloro.
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EL ORDEN Y EL DESORDEN
II
Renovarse o morir. La cosa del peinado.
Mi aspecto de brujita malaleche
se transforma casi inexplicablemente
si acepto el ritual de la peluquería y otro cambio de
estilo.
La carta de cocktailing.
Ya soy otra.
(Convivir con el orden, que genera
su correspondiente desorden).
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Mi cuerpo se
agiliza en las ecuaciones
de este tiempo
aparente.
Pura
apariencia hasta en los pensamientos.
La relación
social me cubre el alma
con el vestido
gris del disimulo.
Mis sonrisas
son falsas y aceptables
para la
estupidez de los afectos.
(Ni a mamá le comento estas rarezas).
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ÉCHAUDEMAISON
La receta de otoño que han
impuesto:
cutis transparente y boca
inolvidable.
(Lo ha dicho Olivier
Échaudemaison).
Añada y mezcle una mirada dulce
con la sensible intensidad
exacta.
Una vez más dejo de ser yo
misma.
(Al garete las monsergas de la
fenomenología.
Pero las mantengo).
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Dispongo, pobrecilla, de un ser que fue,
que cierto será nada,
qué tristeza ser alguien,
¿tú quien eres?
Preparo solamente la muerte de ese tiempo
que mido, que me olvida. ¡Seré estúpida!
ALCEO Y SAFO
Me atraía el color de su piel con sonrisa de
miel (Alceo),
y el perfume
coronado de violetas (Safo).
Siempre
dispuesta al arrebato amoroso
en el
eternizado momento del crepúsculo.
La fusión
con el aroma rojo
del
poniente agredido por la nubes.
Sólo entonces
el amor atraviesa
su momento
carnal de resplandor:
dados
de arroz con leche, azahar y canela.
(¡Qué
útil es creer en los milagros!)
Carece de vigencia
la identidad de cada ser
consigo mismo.
(Dios, si mamá lo escucha).
Dicho así, de sopetón, no sé
para qué vale
un look inspirado en el
esmoquin
ni la voluptuosa profundidad
del azul noche en mis ojos.
No sé para qué valen estos
versos floridos,
expresar con palabras el
vacío interior
que me habita y me okupa.
(Si esto es así, no vuelvo a
maquillarme).
BOECIO
A cada realidad no una
respuesta
sino un interrogante.
¿Que por qué? Complicación: no
es asequible
posibilitar lo que nunca nace
ni perece,
no hay nada tan fugaz
como la forma exterior idoneizada.
(Cosas así, incomprensibles y tontas).
La sociedad está
enferma de muerte,
por mucho que mamá lo
niegue.
¿Acaso estoy de enfermedad enferma?
No puedo huir de las redes sociales,
enganchada a facebook, drogada
por el intercambio —twitter,
faltaría más.
No puedo huir de las
chorradas,
My dad says, pura
gilipollez mental.
¿Qué le importan al mundo mis enfermedades
palabreras, mis gastroenteritis de opiniones?
ECO (para terminar)
Mi salvación vendría con las
manos abiertas
si existiera una regla para
andar
por los laberintos de la vuelta
al ser,
como narra en capítulos El nombre de la rosa.
Pero eso para mí ya no es
posible:
una vez revestida con la piel
urbanita,
una vez disfrazada de vintage y remakes,
una vez perfumada de jasmin noir y diamantes,
una vez exfoliada la piel y
bronceada el alma con la crema antiarrugas,
no me queda respuesta: elegiré
el no ser.
(Qué cosas, ya ni soy).
FIN
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