Pues nada, que va el tipo pelopollas y me dice que si no conozco una web que es
cojonuda, vamos, que a través de ella te enteras de todo cuanto ocurre en el
mundo y estás superinformado. Caí en el cepo como un pardillo y, nada, pues que
me dediqué a visualizar en el monitor un periódico tras otro. Recorrí algunos
titulares y, horror, todo era guerra, violencia, sangre, destrucción, terrorismo,
asesinatos, bombas, muerte, corrupción política y ahora la cabronada corrupta de la FIFA. Todo era (es) mierda. Un mundo en el que los seres
humanos se destruyen con esta feroz contundencia es un mundo de mierda.
Así que hoy va la cosa en plan depresivo y cochambroso. Puede pensar
alguien, quizá con razón, que no está el horno para hablar de temas
deprimentes, y que por esta causa las televisiones intentan alegrar al personal
con mucha fiesta, mucho bailoteo, mucho aquí hay tomate, mucha pasión de
gavilanes y mucho amarte así, frijolito, que hasta los títulos de las
telenovelas son encomiásticos, tarugones y alegradores. Pero yo no, yo no valgo
para alegrías fiesteras porque me aplasta de vez en cuando la horrenda sensación de estar chapoteando en un
charco de mierda. El ser humano se odia. Pienso que Friedrich Wilhelm Joseph
Schelling (muy típico entre los alemanes del siglo XVIII arrimarse a tres o
cuatro nombres, aunque no creas, yo también conocí un tipo que se llamaba Jorge
María de la
Concepción Eduardo ), así que pienso que Schelling veía
visiones, dentro de un idealismo más romántico que objetivo, cuando escribía su
tesis sobre el pecado original y consideraba el mundo como una obra de arte
divina. Condiscípulo de Hegel y Hölderlin en el seminario protestante de
Tubinga, muchos de sus abundantes escritos propiciaron el rechazo fulminante de
Nietzsche: “la filosofía alemana está viciada por la sangre teológica”, dijo. Todo
lo malo que hay en el mundo procede del pecado original, todo lo bueno,
racional y bello procede de la voluntad de Dios, pensaba Schelling. Nietzsche
lo mandó a hacer gárgaras con agua bendita. En este sentido, más o menos
irrespetuoso, un chiste de Máximo, sí, creo que era de él, reflejaba
la angustia irónica de un ser humano que pregunta al divino hacedor: «¿Por qué
te has empeñado en darme un alma tan propensa a la violencia, a la destrucción
y al exterminio de mis semejantes?». Y, ya puesto en plan deprimidamente
sublime, cito a su vez a Juan Luis Panero, no sé si lo he leído en
algún poema suyo, creo que sí: «El odio nos iguala». No nos iguala la
solidaridad, ni la lealtad, ni la comprensión, ni la democracia, ni la bondad,
ni la fidelidad, ni la misericordia, ni la ternura, ni la clemencia. Nos iguala
el odio. Un mundo que utiliza el rasero del odio para igualarnos es un mundo de
mierda.
No todo es destrucción y muerte, sin embargo. También he leído alguna noticia
alentadora, por ejemplo: Joseph Blatter, presidente de la FIFA, ha dimitido. Después de haberse forrado con sus dos millones de dólares mensuales durante veinte años. Pero ha dimitido. La corrupción en el fútbol mundial. Mierda en
bote concentrada. Este mundo de ricos.
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