lunes, 8 de junio de 2015

EL FULGOR DE LA HERIDA


La viste en flor y hubiera sido
preferible, tal vez, que todo el rayo
de la risa y del llanto al mismo tiempo
te hubiese oscurecido para siempre
con ese resplandor
de las blandas espumas,
con el fulgor fluente
de la amorosa imagen
transformada en desdicha
que te hirió, fulminándote.


¿Te rodean acaso

breves ondas concéntricas
como al agua alterada por la piedra
que cayó de improviso?

La viste en flor y le rogaste:

Haz surgir ese pudor que me domina,
anda, hazlo surgir para lanzarlo lejos,
ese pudor como pedrada.

(De mi libro "Otros daños", I.C. El Brocense, 1997)

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