Lo reconozco. La antigua dignidad de que gozaban los próceres que regían nuestros destinos, se ha esfumado como se esfuma la niebla. En fin, se han perdido las formas. Hoy día, cualquier
comentarista, o articulista, o periodista, o columnista, o lo que sea, alude a
nuestros próceres políticos, y aun a obispos y otras eminencias, con un
tratamiento pringoso y diario, algo así como de relación de vecindad, a la pata
la llana que, la verdad, creo que es inmerecido. Nuestros próceres merecen algo
más que esa aproximación al tuteo (tan español y carpetovetónico) que consiste
en eliminar la cortesía del tratamiento. Al fin y al cabo son personas
constituidas en dignidad, más o menos alta, y el personal plumífero y/o
televisivo debería mostrarles un respeto onomástico que excluyese la
camaradería y el acercamiento, ese aspecto confianzudo, como de haber comido
juntos, que ha distribuido por doquier
la democracia (según piensan unos, progretas) y la desfachatez (según piensan otros,
carcas). Los medios de adoctrinamiento de masas han generalizado la omisión del
tratamiento de la misma forma que se ha prescindido del sombrero. Ya nadie usa
sombrero, y el tratamiento era el sombrero de la dignidad. Ahora, si alguien se
dirige a un señor obispo, le casca un Cañizares o un Blázquez, a secas. Nada de
reverendísimo señor. Si alguien se dirige a un ministro, nada de excelentísimo
señor: Montoro o Wert a secas, y a correr. Y el Presidente del Gobierno no es el excelentísimo señor don Mariano Rajoy, a dónde vas tío, es Rajoy, y gracias, que con ese aspecto bobón y esa lengua insalivadora del labio superior va que chuta. Y el Presidente Autonómico de
Extremadura no es don José Antonio Monago Terraza, ni siquiera el Sr. Monago Terraza, es Monago y se acabó, que para eso hizo sus escapaditas a Tenerife y, además, estamos en democracia. Porque aquí todos somos iguales, qué carajo, aunque unos tengan cargos y otros no. (Mi tío
Eufrasio, al que hace tiempo he perdido de vista, dice que, efectivamente,
todos somos iguales, pero que unos somos más iguales que otros).
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