La viejita cruzaba la avenida frente a la plaza de la
Constitución, vino la ambulancia con su urgencia y su piii poooooo, piii poooo,
y la dejó aplastada como a un billete de cinco euros. Subió al cielo y le
hicieron la inspección de entrada. Oh buen Dios, siempre he sido trabajadora,
piadosa y caritativa, suplicó la viejita. Al buen Dios se le conmovió su barba
eterna y dijo: en recompensa, te concedo cuarenta años más de vida. La viejita
bajó de nuevo al mundo, se miró al espejo y pensó que estaba muy vieja para
vivir cuarenta años más. Así que decidió acudir a una clínica de cirugía
estética facial y corporal. Le agrandaron los ojos, le eliminaron las arrugas
del rostro y de la frente, le abultaron los labios, le dejaron los pechos
vigorosos y erectos, le transformaron el vientre caído y decrépito en una
superficie plana y apetitosa, le practicaron un lifting de muslos y la piel perdió
su flacidez y recobró su elasticidad. La viejita quedó transformada en una
mujer joven, bella, atractiva, sexy. Cuando aquella tarde cruzó la plaza de la
Constitución, los tercerasedades la miraban de reojo, se daban con el codo y se
decían en voz baja ¡qué polvo! La ahora mujer joven volvió a cruzar la Avenida,
y la ambulancia con su urgencia y su piii poooo, piii pooooo volvió a dejarla como
a un billete de cinco euros. Subió al cielo muy enfadada y le dijo al buen
Dios: ¡Me has mentido! ¡Me prometiste cuarenta años más de vida! Y el buen Dios
respondió: ¡Anda, si eres tú otra vez! ¡No te había reconocido!
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