viernes, 8 de abril de 2016

LA CULPA

LA  CULPA
JUAN  GARODRI



Efectivamente, eso se cantaba en aquellos años de pachanga y cubalarios. Ahora no, que hemos mejorado en progresía y talante. Ahora ya no tiene la culpa el chachachá, la culpa la tiene el buen tiempo. Ese es el que tiene la culpa de todo. Hasta de los seres humanos que mueren diariamente en Siria. ¿Quién tiene la culpa de los muertos de Siria? A diario. Desde que se inició la maldita guerra, todos los días mueren decenas de personas, de promedio. Eche usted la cuenta a ver cuántos muertos suma ya ese total horripilante. Nadie tiene la culpa. De nada. Todo el mundo es inocente (libre de culpa). Existe un endemoniado empeño humano en la autoexculpación. ¿Por qué la cosa mediática no descubre las causas de la(s) guerra(s) que asolan ahora mismo el mundo? Porque la causa conlleva culpa. Y no se quiere señalar con el dedo público al culpable. Las fábricas de armas, los traficantes de armas, los Gobiernos que sanean sus déficits públicos con la venta de armamento serían descubiertos y señalados como culpables. Adiós a la estabilidad económica y al bienestar ciudadano. El poderío económico se vendría abajo y el valor del euro y del dólar quedaría capitidisminuído. Horror. ¿Qué sería de nosotros? Nadie podría comprar coche nuevo, nadie podría consumir medio sueldo en carburante y el otro medio en portátiles, MPG3, móviles y pantallas flat. Nadie podría salir el fin de semana ni durante los puentes multiojos a disfrutar del ocio y el buen tiempo. Si es que se admite el concepto de buen tiempo que conviene al gentío dedicado al ocio, la excursión y el viaje a la playa. Ya se sabe, cielo azul, ausencia de nubes, temperatura agradable. A disfrutar del ocio y a desarrollar el masoquismo, esa complacencia en sentirse maltratado, aprisionado, confinado en los dilatados embotellamientos de la carretera durante horas. El ser humano se siente interiormente frustrado y tiende a equilibrar sus desasosiegos con la huída. En realidad cada uno huye de sí mismo. Debemos de estar horriblemente deformados, mutilados, rotos en mil pedazos, como para provocarnos ese pánico que nos impulsa a huir de nosotros mismos. Así que, hala, a la carretera. Miles de automóviles atrapados en los atascos. Tráfico lento con paradas intermitentes, nivel amarillo, mientras cerca de medio millón de automovilistas tardaba seis horas en recorrer 70 kilómetros el pasado viernes. Los periodistas, tan inocentes, van y le preguntan al Gobierno que quién tiene la culpa. Naturalmente, el Gobierno se los sacude de encima (sin dejar de sonreír, eso sí) como a moscas cojoneras y asegura con aplomo que la culpa de los atascos la tiene el buen tiempo. Cielo azul, ni gota de lluvia, temperatura soportable. Ha sido un ejercicio conspicuo de pérdida de memoria meteorológica, aunque no del todo. Porque cuando las duras nevadas del invierno pasado atascaron en las carreteras a los automovilistas de la mitad de España, el Gobierno también le echó la culpa al tiempo. Entonces fue el mal tiempo: nieve, lluvia, viento y temperatura insoportable. ¿Qué masoquismo (otra vez) estimula la huída generalizada del personal y lo lanza  a la carretera, y encima sin cadenas y sin gorro de lana? La culpa la tuvo el mal tiempo. Mientras tanto, en un ejercicio político de infantilismo no superado, el PSOE se erige en culpator y hace recaer la acción de la culpa en el Gobierno y en la DGT, a los que señala como culpatus aunque éstos atribuyan al gentío la cagada de desplazarse por culpa del buen tiempo.








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