LA CULPA
JUAN GARODRI
Efectivamente, eso se cantaba en aquellos años de pachanga y cubalarios.
Ahora no, que hemos mejorado en progresía y talante. Ahora ya no tiene la culpa
el chachachá, la culpa la tiene el buen tiempo. Ese es el que tiene la culpa de
todo. Hasta de los seres humanos que mueren diariamente en Siria. ¿Quién tiene
la culpa de los muertos de Siria? A diario. Desde que se inició la maldita guerra,
todos los días mueren decenas de personas, de promedio. Eche usted la
cuenta a ver cuántos muertos suma ya ese total horripilante. Nadie tiene la
culpa. De nada. Todo el mundo es inocente (libre de culpa). Existe un
endemoniado empeño humano en la autoexculpación. ¿Por qué la cosa mediática no
descubre las causas de la(s) guerra(s) que asolan ahora mismo el mundo? Porque
la causa conlleva culpa. Y no se quiere señalar con el dedo público al
culpable. Las fábricas de armas, los traficantes de armas, los Gobiernos que
sanean sus déficits públicos con la venta de armamento serían descubiertos y
señalados como culpables. Adiós a la estabilidad económica y al bienestar
ciudadano. El poderío económico se vendría abajo y el valor del euro y del
dólar quedaría capitidisminuído. Horror. ¿Qué sería de nosotros? Nadie podría
comprar coche nuevo, nadie podría consumir medio sueldo en carburante y el otro
medio en portátiles, MPG3, móviles y pantallas flat. Nadie podría salir el fin
de semana ni durante los puentes multiojos a disfrutar del ocio y el buen
tiempo. Si es que se admite el concepto de buen tiempo que conviene al gentío dedicado
al ocio, la excursión y el viaje a la playa. Ya se sabe, cielo azul, ausencia
de nubes, temperatura agradable. A disfrutar del ocio y a
desarrollar el masoquismo, esa complacencia en sentirse maltratado,
aprisionado, confinado en los dilatados embotellamientos de la carretera durante horas.
El ser humano se siente interiormente frustrado y tiende a equilibrar sus
desasosiegos con la huída. En realidad cada uno huye de sí mismo. Debemos de
estar horriblemente deformados, mutilados, rotos en mil pedazos, como para provocarnos
ese pánico que nos impulsa a huir de nosotros mismos. Así que, hala, a la
carretera. Miles de automóviles atrapados en los atascos. Tráfico lento
con paradas intermitentes, nivel amarillo, mientras cerca de medio millón de
automovilistas tardaba seis horas en recorrer 70 kilómetros el pasado viernes. Los periodistas, tan inocentes, van y le preguntan al Gobierno que quién tiene la culpa. Naturalmente, el Gobierno se los sacude de encima (sin dejar de sonreír, eso sí) como a moscas
cojoneras y asegura con aplomo que la culpa de los atascos la tiene el buen
tiempo. Cielo azul, ni gota de lluvia, temperatura soportable. Ha sido un
ejercicio conspicuo de pérdida de memoria meteorológica, aunque no del todo.
Porque cuando las duras nevadas del invierno pasado atascaron en las carreteras
a los automovilistas de la mitad de España, el Gobierno también le echó la
culpa al tiempo. Entonces fue el mal tiempo: nieve, lluvia, viento y
temperatura insoportable. ¿Qué masoquismo (otra vez) estimula la huída
generalizada del personal y lo lanza a
la carretera, y encima sin cadenas y sin gorro de lana? La culpa la tuvo el mal
tiempo. Mientras tanto, en un ejercicio político de infantilismo no superado,
el PSOE se erige en culpator y hace
recaer la acción de la culpa en el Gobierno y en la DGT, a los que señala como culpatus aunque éstos atribuyan al gentío
la cagada de desplazarse por culpa del buen tiempo.
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