Hace 70 años también se prometía |
Se podría hablar de las próximas elecciones europeas. Campaña electoral. Es hora de que alguien se dedique a desmitificar la campaña
electoral, los mítines, los
discursos y la palabrería. El mitin no es un discurso
pronunciado por un entendido en teoría política, ni por un experto en economía
de empresas, ni por un versado en relaciones
sociales, ni por un entendido en psicología juvenil, ni por un investigador de
temas culturales, ni por un conocedor de la estructura urbana, no. El
mitin es un discurso pronunciado por un
mitinero. No todos los políticos son mitineros, ciertamente. Pero también es
cierto que todos los mitineros se consideran políticos. E incluso el buen
político, cuando se hace mitinero, degrada en cierto sentido su condición de
político. Así que el mitinero, con preocupante frecuencia, se atreve con lo que
le echen. Para ello, no duda en aventar promesas. Si es cierta la perversidad
de que la promesa se hace para no ser cumplida, no hay mayor cinismo que el
mitin. Porque el mitinero pretende cautivar la voluntad de los oyentes, a
través de la creencia en lo que escuchan, para conseguir el voto. Para ello, el
mitinero promete. La promesa es la esencia del mitin. Y promete, en ocasiones, sin tener
en cuenta el alcance de la promesa. Sin recordar que, cuatro años antes,
realizaron idénticas promesas los mitineros que le precedieron. Así que el
mitinero promete siempre la mejora de la política municipal. Muy fastidiada
tiene que andar la política municipal para que todos los mitineros prometan su
mejora. Incluso el mitinero del partido gobernante promete la mejora de la
política municipal que, si necesita mejorar, se debe indudablemente a que sus
propios conmilitones no supieron adecentarla.
El mitinero se atreve con la
teoría económica y su aplicación comunal, porque no hay municipio en que las
arcas anden holgadas, antes bien, todas arrastran déficits clamorosos, atacadas
de esa cirrosis monetaria que provoca la alegría en el gasto cuando el gastador
es consciente de que tira con pólvora ajena. El mitinero se las da de sociólogo
y borda toscamente elucubraciones verbales para fomentar las relaciones
sociales, las asociaciones de vecinos, la participación ciudadana, los talleres
de manualidades y las fiestas del hogar del pensionista. El mitinero se arroga
el conocimiento de la juventud para solucionar lo del botellón y el ocio
adolescente, la cooperación juvenil en la diversión y el entretenimiento, el
fomento de la actividad lúdica y la organización de peñas y cuadrillas que
animen las fiestas locales. El mitinero presume de conocer el ámbito de la
cultura y su aplicación municipal, de manera que promete boletines, pasquines y
fanzines que difundan la base histórica, folclórica, gastronómica, paisajística
e incluso pintoresca de la localidad. Hay mitinero que, en esto de la cultura,
se las arregla para presentar concursos poéticos que favorezcan la erudición
versificadora del pueblo, que no todo van a ser puestos de trabajo y adecentamiento
de aceras. El mitinero asegura que
dispone de soluciones para arreglar el plan de ordenación urbana, conseguir la
adecuación entre arquitectura y paisaje, reconstruir la escuela de finales del
siglo XIX, acondicionar los caminos vecinales, preparar plazuelas y jardines y
arreglar el camino de la charca comunal. El mitinero reafirma su decisión de
acabar con el desempleo, fomentar y promocionar la empresa y crear puestos de
trabajo. También suele prometer el arreglo de la ermita de la Virgen , o promocionar y
fomentar las fiestas locales, sin duda las más importantes de la región, porque
también hay que tocar afinadamente la fibra sentimental del pueblo. En fin, el
mitinero utiliza un lenguaje perifrástico en el que, con frecuencia, sobran las
palabras allí donde faltan las ideas. Ejemplo de perífrasis promisoria: proyecto y financiación de una estación
municipal de almacenamiento, transformación y reciclaje de residuos sólidos
urbanos. (Sorprendente eclosión verbal para designar un basurero).
Así que, como te decía al principio, podría hablar de las
próximas elecciones, pero prefiero no hacerlo. Me aburre el asunto.
Por repetitivo.
(No amigo, no te estoy tomando el pelo. En este artículo no
me he referido a las próximas elecciones. He hablado de mítines y
promesas electorales de hace cuatro años. Bingo de los gordos si encuentras las
diferencias).
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