Pues sí señor, he visto
el vídeo. La chica catalana del calentón. El mete-saca de la papeleta en la
urna, un trasunto erótico del instante de la votación. Leguina asegura que
Zapatero ya estaba tocado de ala cuando
llegó a la Moncloa. Me
parece que aún están más tocados de ala quienes utilizan la sensibilización
erótica para sacar votos. Aunque, quién sabe, quizás la chica del calentón era
una intelectual y conocía las opiniones de los epicúreos para quienes el
placer, como tal y en todas las circunstancias, es bueno, como ya había
declarado Aristipo. O las de Metrodoro
de Lámpsaco que, a pesar de vivir en el siglo III antes de Cristo, disponía de una clarividencia futura acerca
del placer, situándolo en el vientre: “todo lo bueno y lo bello se relaciona
con el vientre; es éste la medida para todo lo que toca a la felicidad”.
(Sustituyan ustedes la palabra vientre por la de sexo y ya está, la traducción
lo permite). La chica del calentón sabe que el orgasmo es la medida de todas
las cosas, y no el hombre, como aseguraba Protágoras. Ella no necesita a un
hombre para erotizarse, sino una papeleta para meterla en una urna de cristal. Votar
es un placer. La homofonía de votar y fumar induce a pensar que votar también
es un placer genial y sensual. Algo falla, sin embargo, en el video
publicitario. Porque el video está montado para arrastrar el voto de los
socialistas catalanes. Pero ¿y si se aprovechan del placer de votar, genial y
sensual, otros votantes que no sean socialistas? ¿Y si aprovechan el calentón
de la chica los votantes de cerca de los cien partidos políticos que hay en
Cataluña? Si se llega a esto, tío, las Juventudes Socialistas catalanas han
hecho un pan como unas tortas, porque han puesto a huevo la atracción de la
urna y su hendidura no solo a los de su partido sino también a los votantes de
otros partidos, atraídos por la sensualidad del voto.
Fumar era un placer, ya
deserotizado por las prohibiciones. Ahora el placer es votar. Cosas.
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