miércoles, 30 de septiembre de 2015

BODAS

Los apuros económicos de las parejas frenan el auge de los divorcios. Eso dicen los periódicos. No se habla de que haya vuelto el amor, o el afecto, o el respeto mutuo para que el gentío se divorcie menos. No. Se habla de “apuros económicos”. De lo que deduzco ‘in contrarium’ que la causa principal del divorcio es la abundancia económica. Esta posición de la pareja actual, jurídicamente hipermoderna y socialmente de frescura floral sigloXXI, ha sido llamada por Francisco Nieva «economía doméstica civilizada». Geulincx quizá dio en el clavo, no por su enseñanza de la filosofía cartesiana en la universidad de Lovaina, sino porque observa que el egoísmo es contrario a la razón que “a tiempos manda dar solaz al cuerpo y desahogo al ánimo”. Tanto boda como divorcio se mueven en un círculo en el que el egoísmo es el punto de arranque de toda lucha. Schopenhauer habla de ‘individuación’. Cada individuo está dispuesto, si llega el caso, a despedazar todo lo que amó «con tal de prolongar un poco su propio ser, esa gota perdida en el océano». Naturalmente, esto no lo piensan las parejas antes del casorio, pero los pájaros tampoco advierten el tiro que va a abatirlos. Lo aparentemente claro del caso es que si los apuros económicos frenan los divorcios el auge económico favoreció las bodas, entronizadas en una sexualidad efímera. Esa mezcla de lubricidad y de egoísmo presente en muchas bodas  es la misma que se encuentra en las obras de Boccaccio y de Chaucer. El sufrimiento del servicio amoroso va aumentando con la disminución del recurso económico y lo que fueron goces se convierten en hieles. Fundamentalmente para los ricos, que son quienes más se divorcian. ¡Qué peste de paraíso artificial para los ricos!, dice Francisco Nieva. El gentío ha querido imitarlos, alimentado por las revistas del corazón tan hechas a la cosa del divorcio. El apuro económico le pone los pies en el suelo.  «Sentí tu mano en la mía, / tu mano de compañera», dijo Antonio Machado. Hoy, sin embargo, no anda la relación de pareja predispuesta a la anadiplosis.

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