martes, 19 de mayo de 2015

EL OPIO SIEMPRE ATONTA

Tal vez la religión, como ideología, sea el opio del pueblo, un opio inodoro, incoloro e insípido, hoy día. Pero el laicismo, como ideología, es el actual opio del pueblo, un opio aromático, irisado y sabroso que promete la salvación ciudadana. En aras de la libertad. “Estatolatría”, lo llama Raúl del Pozo. Sorprendente. Ahora que avergüenza menos ondear la bandera del partido en una manifestación que portar el estandarte de la cofradía en una procesión, ahora, digo, que se aturde al personal con el pregón de las promesas democráticas, ahora se sustituye un opio por otro. Apenas quedan santos a los que venerar. Abundan sin embargo ídolos mediáticos (o políticos) a los que adorar. Y va la gente y se lo cree. Libertad de expresión. ¿Por qué la expresión de determinadas libertades constituye un opio infumable mientras que la expresión de libertades oficiales se acepta como opio fumable? Es mentira la validez de un opio y la inutilidad del otro. El opio siempre atonta.

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