jueves, 30 de abril de 2015

LA EXTRAÑA IDEA DE LA CULTURA

Suele ocurrir en estos tiempos de cultura prefabricada y de información manipulada (que equivale a decir tiempos de incultura) que, cuando a los medios de comunicación televisual o escrita se les ocurre exponer un tema cultural o político, el gentío sale pitando y prefiere la cerveza a las disertaciones. El gentío, el pueblo, los ciudadanos.
El gentío es inocente, ya saben ustedes, con la inocencia del pueblo que es como antes se le llamaba, “el pueblo”, sustituido ahora por la rimbombancia semántica de ciudadanos, pertenecientes a una categoría abstracta denominada “ciudadanía”, porque el término ciudadanía se aproxima más devotamente a la idea de república, se  acerca más reverentemente al concepto emancipador de revolución, se aplica más ardorosamente al pensamiento histórico de progreso. En cambio el pueblo, lo que se dice “el pueblo”, conlleva una idea agreste y rudimentaria de terruño y camisa sudada, en contradicción precisa con la electrónica, la ley de protección asistida y la libertad de elección sexual. Tanto es así, que es raro escuchar de labios políticos, o de boca progreta, aserciones tan arriesgadas como, por ejemplo, ‘el pueblo español prefiere el proceso de paz’. Ni hablar. De pueblo español, nada. Es el ciudadano de este país quien prefiere el proceso de paz. Son los ciudadanos quienes prefieren el proceso de paz. Que esa es otra. Oyes al señor Wert, con su cara seriamente litúrgica de maestro de ceremonias, y va y dice que el ciudadano ha elegido el proceso de paz. Y, a noticia seguida, oyes al señor Rajoy, con su cara de bibliotecario decimonónico e, idénticamente, va y dice que el ciudadano quiere que se respete la Constitución y que no se negocie con terroristas. ¿Qué ciudadano español de este país exige tal postura? ¿Cuántos? ¿Qué ciudadano exige la contraria? ¿Cuántos? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Las encuestas? Me tiro al suelo de la risa y me abofeteo sañudamente para desencajarme la mandíbula. Todo el mundo sabe que las encuestas siempre arrojan resultados satisfactorios para el organismo que las encarga. Así que al ciudadano se le ofrecen comuniones con ruedas de molino. Y las traga. En cambio, el pueblo era más duro de pelar. (In)cultura.

martes, 28 de abril de 2015

AXIS DEL POEMA DEL TRANCE AMOROSO




Logogrifo de dos endecasílabos
tejidos con la métrica de Safo:
«Unos versos inmersos en el terso
y perverso reverso de tu sexo».
Opción de lectura
vertical:
unos
versos
inmersos
en 
el 
terso
y
perverso
reverso
de 
tu 
sexo.

(De mi libro "Honestidad de la penumbra", Editora Regional Extremeña (2005)

lunes, 27 de abril de 2015

A ESCUPIR A LA CALLE

            
Así nos maldecían cuando sobrepasábamos los límites de la norma impuesta por la tribu. Era una manera más o menos despectiva de metaforizar  la exclusión. Te echaban. Fuera, a hacer gárgaras. A escupir a la calle.
A fumar a la calle. El bar sin humos.. Y el osado que se atreva a contravenir la norma será considerado como infame y, por si fuera poco, cualquier operario o profesional no fumador  puede plantear su queja sobre un compañero fumador a través de los "grupos de trabajo sobre satisfacción de los empleados", que es como ahora llaman a la Inquisición existente en las empresas para combatir los malos hábitos. Actualmente, si se elimina la sala de fumadores y se generaliza la posibilidad de denunciar al compañero (Inquisición sanitaria) por el hecho nefando de fumar, van a originarse, sin duda, tensiones en los centros de trabajo y más de dos desahogarán su inquina en la denuncia rastrera. Cosa triste ésta de la perturbación vengativa entre colegas. Adiós, pues, a la lírica del cigarrillo. La mezcla olorosa del tabaco y la colonia traducían sensaciones íntimas, de acercamiento y pasión. La charla entre amigos era imposible sin el ofrecimiento abierto del cigarrillo. Las volutas del humo cobijaban las entrañas acogedoras del bar y su murmullo. El suelo repleto de colillas y palillos simbolizaba la basura interior que cada cual echaba fuera a través de la charla amistosa y el pincho de tortilla.
A fumar a la calle. La campaña antitabaco es furibunda y posiblemente acertada. Sin embargo, bajo la funda estentórea de las grandes campañas siempre suelen esconderse intereses no confesados. ¿Por qué no se financian medios sanitarios antitabaco de la misma manera que se financian medios sanitarios antigripe? Se cuentan por miles, como causa principal de la ley antitabaco, las víctimas mortales que cada año causa el tabaquismo. Vale. Pero gran parte del pueblo se pregunta por qué no se pone el mismo énfasis destructivo en los miles de víctimas anuales que causan las armas. Los Gobiernos de medio mundo se han puesto de acuerdo en la persecución de fumadores y en la promulgación de leyes antitabaco, ¿por qué no se ponen de acuerdo y promulgan, además, leyes antiguerra? Prohibido que haya guerras en el mundo. Paz.
En fin. Pienso que la ley antitabaco no hace más sano a un país de igual manera que las armas no hacen más seguro a un país. El tabaco (tabaquismo) causa miles de víctimas anuales, y se persigue y se prohíbe. Las armas (la guerra) causan miles de víctimas anuales y ni se persiguen ni se prohíben. Con el tabaco se aprovechan los temores del gentío a la enfermedad y a la muerte, con las armas no. Con la prohibición del tabaco se ahorran miles de millones a la Sanidad Pública, con la prohibición de las armas no ganarían los Gobiernos los miles de millones que supone su venta. ¿Quién juega con nosotros?

viernes, 24 de abril de 2015

LA FRASE CHORRA

Tal como lo recoge el diccionario, el término ‘chorra’ es una palabra que designa coloquialmente suerte. No es con esta significación con la que pretendo utilizarla sino con la de ‘chorrada’, que equivale a necedad, a tontería.
Es evidente que el léxico de una lengua forma un conjunto abierto que ningún hablante es capaz de utilizar sino en una mínima parte. Precisamente esta capacidad de admisión del léxico provoca que los hablantes lo adapten a sus necesidades reales, afectivas o emocionales. En este sentido, el sustantivo ‘chorra’ no es más que una adaptación hipocorística de ‘chorrada’, como sustituto de necedad, con su correspondiente adjetivación para que pueda designar la cualidad  negativa que pretende atribuir a ‘frase’.
En definitiva, y dejándonos de florituras lingüísticas: la frase chorra no es más que una frase idiota, una soplapollez verbal, una de las repetidas gansadas a que tan acostumbrados nos tienen los cráneos privilegiados que debaten tenazmente sobre nuestras deficiencias en las altas esferas de la sabiduría. ¿Que cuál es la frase chorra a la que me refiero? Paciencia, lector. Más intrigó tu curiosidad E.L. James con sus Cincuenta Sombras y aguantaste impertérrito sus más de 500 páginas.
Pues bien. En la última sesión de la Conferencia de la OSCE sobre la lucha contra el racismo, se ha destacado el papel que la educación y los medios de Comunicación (incluido Internet) tienen en la promoción de la tolerancia y la no discriminación. Los asistentes afirmaron «que la educación ayuda a las personas a desarrollar habilidades para combatir los prejuicios y los estereotipos negativos, al resaltar las diferentes sensibilidades de un mundo intercultural». Pues no. Esta no es la frase chorra, a pesar de la idiotez que supone enfatizar con una frase rimbombante la idea que todos (desde hace años) tenemos de la educación, como si jamás hubiéramos oído hablar de ella. La frase chorra vino después, cuando alguien  sin duda muy puesto en los parámetros del sistema educativo afirmó: «Los colegios están formando a los niños para pasar exámenes y no para enfrentarse al mundo». Esta es la frase chorra. Esta es la soplapollez verbal. A mí, que me he pasado media vida sentado junto a la docencia, me parece sorprendente e irritante, no por inesperado sino por pretencioso, que unos señores y unas señoras, o lo que sean, desacrediten el trabajo del colegio con lo que, metonímicamente, están echando por tierra el trabajo de profesores y profesoras. Ya está bien. Los que estamos en el ajo sabemos que una persona sin conocimientos adquiridos (contenidos conceptuales) no está lo suficientemente educada como para enfrentarse a la competitividad que le prepara su futuro, hecho de oposiciones, de exámenes y de pruebas si no posee los suficientes conocimientos que la preparen adecuadamente, por mucha educación en libertad que “los acuerdos marcos docentes y pluralistas” hayan pretendido inocularle a lo largo de su permanencia en los centros docentes.
En el fondo, creo que lo que aletea alrededor de esta frase chorra es la voluntad (casi impúdica) de enfrentamiento entre educación y enseñanza, si es que no se trata de la eliminación de la enseñanza en aras de la educación, cuando lo que debía promoverse desde todos los ámbitos educativos es la complementación equilibrada entre ambas.
Y, de una vez, dejar de utilizar políticamente el sistema educativo.



lunes, 6 de abril de 2015

Relación

No me gusta el uso, menos aún el uso reiterativo, de los adverbios de modo. A pesar de ello, sólo así, es decir, con la utilización de tales adverbios, se me ha ocurrido comparar  los almendros en flor con las muchachas. Y lo formulo de la siguiente manera: ¿Cómo relacionarías lo absolutamente virginal, lo necesariamente prístino, lo deslumbrantemente primaveral, lo personalmente erótico con los almendros en flor y las muchachas en flor? (Hay que dar de lado a la sombra de las muchachas en flor, de Marcel Proust).