Tal como lo recoge el diccionario, el término ‘chorra’ es una palabra que designa coloquialmente suerte. No es con
esta significación con la que pretendo utilizarla sino con la de ‘chorrada’, que equivale a necedad, a
tontería.
Es evidente que el léxico de una lengua forma un conjunto abierto que
ningún hablante es capaz de utilizar sino en una mínima parte. Precisamente
esta capacidad de admisión del léxico provoca que los hablantes lo adapten a
sus necesidades reales, afectivas o emocionales. En este sentido, el sustantivo
‘chorra’ no es más que una adaptación hipocorística de ‘chorrada’, como
sustituto de necedad, con su correspondiente adjetivación para que pueda
designar la cualidad negativa que pretende
atribuir a ‘frase’.
En definitiva, y dejándonos de florituras lingüísticas: la frase chorra no es más que una frase
idiota, una soplapollez verbal, una de las repetidas gansadas a que tan
acostumbrados nos tienen los cráneos privilegiados que debaten tenazmente sobre
nuestras deficiencias en las altas esferas de la sabiduría. ¿Que cuál es la
frase chorra a la que me refiero? Paciencia, lector. Más intrigó tu curiosidad E.L. James con sus Cincuenta Sombras y aguantaste impertérrito sus más de 500
páginas.
Pues bien. En la última sesión de la Conferencia de la OSCE sobre la
lucha contra el racismo, se ha
destacado el papel que la educación y los medios de Comunicación (incluido
Internet) tienen en la promoción de la tolerancia y la no discriminación. Los
asistentes afirmaron «que la educación ayuda a las personas a desarrollar
habilidades para combatir los prejuicios y los estereotipos negativos, al
resaltar las diferentes sensibilidades de un mundo intercultural». Pues no.
Esta no es la frase chorra, a pesar de la idiotez que supone enfatizar con una
frase rimbombante la idea que todos (desde hace años) tenemos de la educación,
como si jamás hubiéramos oído hablar de ella. La frase chorra vino después,
cuando alguien sin duda muy puesto en
los parámetros del sistema educativo afirmó: «Los colegios están formando a los niños para pasar exámenes y no para
enfrentarse al mundo». Esta es la frase chorra. Esta es la soplapollez
verbal. A mí, que me he pasado media vida sentado junto a la docencia, me
parece sorprendente e irritante, no por inesperado sino por pretencioso, que
unos señores y unas señoras, o lo que sean, desacrediten el trabajo del colegio
con lo que, metonímicamente, están echando por tierra el trabajo de profesores
y profesoras. Ya está bien. Los que estamos en el ajo sabemos que una persona
sin conocimientos adquiridos (contenidos conceptuales) no está lo
suficientemente educada como para enfrentarse a la competitividad que le
prepara su futuro, hecho de oposiciones, de exámenes y de pruebas si no posee
los suficientes conocimientos que la preparen adecuadamente, por mucha
educación en libertad que “los acuerdos marcos docentes y pluralistas” hayan
pretendido inocularle a lo largo de su permanencia en los centros docentes.
En el fondo, creo que lo que aletea alrededor de esta frase chorra es la
voluntad (casi impúdica) de enfrentamiento entre educación y enseñanza, si es
que no se trata de la eliminación de la enseñanza en aras de la educación,
cuando lo que debía promoverse desde todos los ámbitos educativos es la
complementación equilibrada entre ambas.
Y, de una vez, dejar de utilizar políticamente el sistema educativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario