miércoles, 23 de octubre de 2013

VIVÍS DE MI DINERO, TÍOS

Los cráneos privilegiados que dirigen mi destino (los gobiernos), o los de quienes me defienden (los sindicatos), o los de quienes pretenden que me crea la cultura, son cráneos colocados encima de un cuerpo que consume ingentes  cantidades de dinero que, en realidad, es mío, porque los erarios públicos se nutren de mis impuestos. Me entristezco pues cuando observo que los enjambres que elaboran la melaza del Gobierno Central y de las Autonomías,  los de las Diputaciones y Ayuntamientos liban sin cesar en la flor de mis impuestos y me dejan reseco y sin alimentación propia. Exhausto.
Pero  también ocurre lo contrario, es decir, mi ánimo exulta lleno de alegría y, quieren creerme, hasta doy saltos de puro contento cuando admiro las aceras de todos los pueblos de España, y sus paseos y farolas, y sus parquecitos con sus bancos, y las residencias de la tercera edad, y las casas de cultura, y los pabellones deportivos, y las piscinas municipales, bar incluido, porque pienso que son míos: han sido construidos con mi dinero. Me siento como un rico bien trajeado de posesiones. Tranquilo. No hay pues que encabronarse porque el personal de las instituciones públicas viva de mi dinero. Hay que refocilarse porque todo es mío. Hasta la Roja es producto de mi dinero. (Jo, y yo sin enterarme.)

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