Naturalmente, meditación espiritual. Estos (norte)americanos es que son
capaces de practicar el surfing con papel de estraza. Ahora nos salen con los
beneficios de la meditación espiritual. Jo, tío, es el descubrimiento del mediterráneo
interior. Meditación espiritual versus
meditación secular. Lo ha conseguido un equipo de la universidad de Ohio, la
Bowling Green State University. (Que viene a ser algo así como la Universidad Estatal
de Campo de Bolos. ¿Será un bolo la cosa de la meditación espiritual?). Resulta
que el equipo investigador ha descubierto que «la meditación espiritual es más
relajante y eficaz contra el dolor que la secular». La contraposición no es
adecuada si, según entiendo, la noticia atribuye a la meditación espiritual el
hecho de pensar en Dios y sus divinos misterios y, por el contrario, a la
meditación secular el pensamiento que gira alrededor de uno mismo. Saben
ustedes, esas frases sacadas de los florilegios norteamericanos (Selecciones
del Reader’s Digest, por ejemplo) para estimular la autoestima: estoy contento, soy feliz, la
vida es bella, benefíciese del cepillo dental, a la ancianidad sin el tabaco,
media hora de footing diario…
Se medita en el amor que Dios ha manifestado a los hombres, en las verdades
teológicas, en los frutos salvíficos de la redención o en la salvación del alma.
Pero no sé hasta qué punto es apropiado meditar en una demostración matemática.
En el teorema de Pitágoras se piensa, o se discurre. Pero no se medita. A no
ser que la sensibilidad teórica se mantenga tan a flor de piel que el solo
pensamiento de la proposición científica susceptible de ser demostrada haga
saltar las lágrimas al enamorado de los axiomas. No es raro. Yo conocí en
Salamanca a un padre jesuita, profesor de griego clásico, que lloraba cada vez
que recitaba de memoria los pasmosos y épicos versos de Homero que narran la
cólera de Aquiles. Pero vamos, no es el caso. Aquí de lo que se trata es de que
la meditación espiritual, esa que utiliza las frases de «Dios es amor» o «Dios
es paz» o «Dios te ama», repetidas una y otra vez en el turbio interior de la
conciencia, resultan relajantes e incluso eficaces contra el dolor físico o
moral, contra la ansiedad y el estrés. Cosa que no consigue la ‘meditación
secular’ (estoy contento, soy feliz, el Madrid es el mejor equipo del mundo,
cosas así).
Que la meditación espiritual produce
beneficios psicológicos es cosa sabida desde antiguo. Las personas de vida
contemplativa adquieren la paz interior porque “creen” en los efectos de la
meditación. El creyente busca, con la aceptación (fe) de una realidad
trascendente, la interpretación de la realidad circundante. El problema del
dolor, de la injusticia, del sufrimiento de los inocentes, del mal, encuentra
así una interpretación que tranquiliza y sosiega. Ese es el fruto de la
meditación espiritual. Otros buscan la interpretación tranquilizadora de la
realidad en el budismo o en otras filosofías de la vida. Y también encuentran
sosiego. Como las monjitas con sus rezos letánicos. Paz y tranquilidad.
Y puesto ya en plan de didactismo benefactor, prefiero cien veces la
frase-ejemplo de meditación espiritual «Dios es amor», tan vacía de contenido según
muchos, a la estupidez televisiva de Eva Noche: «La vida es un pedo que suena
por dos y huele por tres», ejemplo apodíctico de meditación secular. Aunque
puede que haya alguien (muchos) a quien tranquilice la roña escatológica de la ordinariez.
Que le aproveche.
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