viernes, 17 de marzo de 2017

MEDITACIÓN

Naturalmente, meditación espiritual. Estos (norte)americanos es que son capaces de practicar el surfing con papel de estraza. Ahora nos salen con los beneficios de la meditación espiritual. Jo, tío, es el descubrimiento del mediterráneo interior. Meditación espiritual versus meditación secular. Lo ha conseguido un equipo de la universidad de Ohio, la Bowling Green State University. (Que viene a ser algo así como la Universidad Estatal de Campo de Bolos. ¿Será un bolo la cosa de la meditación espiritual?). Resulta que el equipo investigador ha descubierto que «la meditación espiritual es más relajante y eficaz contra el dolor que la secular». La contraposición no es adecuada si, según entiendo, la noticia atribuye a la meditación espiritual el hecho de pensar en Dios y sus divinos misterios y, por el contrario, a la meditación secular el pensamiento que gira alrededor de uno mismo. Saben ustedes, esas frases sacadas de los florilegios norteamericanos (Selecciones del Reader’s Digest, por ejemplo) para estimular la  autoestima: estoy contento, soy feliz, la vida es bella, benefíciese del cepillo dental, a la ancianidad sin el tabaco, media hora de footing diario…
Se medita en el amor que Dios ha manifestado a los hombres, en las verdades teológicas, en los frutos salvíficos de la redención o en la salvación del alma. Pero no sé hasta qué punto es apropiado meditar en una demostración matemática. En el teorema de Pitágoras se piensa, o se discurre. Pero no se medita. A no ser que la sensibilidad teórica se mantenga tan a flor de piel que el solo pensamiento de la proposición científica susceptible de ser demostrada haga saltar las lágrimas al enamorado de los axiomas. No es raro. Yo conocí en Salamanca a un padre jesuita, profesor de griego clásico, que lloraba cada vez que recitaba de memoria los pasmosos y épicos versos de Homero que narran la cólera de Aquiles. Pero vamos, no es el caso. Aquí de lo que se trata es de que la meditación espiritual, esa que utiliza las frases de «Dios es amor» o «Dios es paz» o «Dios te ama», repetidas una y otra vez en el turbio interior de la conciencia, resultan relajantes e incluso eficaces contra el dolor físico o moral, contra la ansiedad y el estrés. Cosa que no consigue la ‘meditación secular’ (estoy contento, soy feliz, el Madrid es el mejor equipo del mundo, cosas así).
Que la meditación espiritual  produce beneficios psicológicos es cosa sabida desde antiguo. Las personas de vida contemplativa adquieren la paz interior porque “creen” en los efectos de la meditación. El creyente busca, con la aceptación (fe) de una realidad trascendente, la interpretación de la realidad circundante. El problema del dolor, de la injusticia, del sufrimiento de los inocentes, del mal, encuentra así una interpretación que tranquiliza y sosiega. Ese es el fruto de la meditación espiritual. Otros buscan la interpretación tranquilizadora de la realidad en el budismo o en otras filosofías de la vida. Y también encuentran sosiego. Como las monjitas con sus rezos letánicos. Paz y tranquilidad.

Y puesto ya en plan de didactismo benefactor, prefiero cien veces la frase-ejemplo de meditación espiritual «Dios es amor», tan vacía de contenido según muchos, a la estupidez televisiva de Eva Noche: «La vida es un pedo que suena por dos y huele por tres», ejemplo apodíctico de meditación secular. Aunque puede que haya alguien (muchos) a quien tranquilice la roña escatológica de la ordinariez. Que le aproveche.

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