jueves, 30 de marzo de 2017

IDEOLOGÍAS


(El siguiente artículo apareció publicado en HOY, periódico regional de Extremadura, el día 15 de febrero de 2004. Me parece oportuno reproducirlo ahora).


Eran las 21 horas y 43 minutos del día 11 de febrero de 2004. El árbitro Iturralde González cometió una acción insólita y execrable: expulsó del terreno de juego a Zinedine Zidane por propinar un blandengue soplamocos a Pablo Alfaro. En aquel preciso instante, toda España se puso a discutir apasionadamente la licitud o ilicitud de la decisión arbitral. El Sevilla ganaba 1-0 y las consecuencias podían convertirse en trágicamente irreparables para el Real Madrid. El bar se convirtió, pues, en una olla de grillos. Yo consumía mi cerveza junto a la barra y me dirigí a uno de los vociferantes, «Que si tienes ideología», le pregunté, «¿Cómo?», se sorprendió irritado, «Que si tienes ideas fundamentales, o sea, ideología», respondí, «¿Tú estás sonado o qué?», me dijo. Y añadió, «Mira con lo que me sale el tío éste, lo que es a mí ya pueden irse a tomar por saco todas las ideologías del mundo, que a mí con que se clasifique el Madrid me basta y me sobra». Ideologías.
Se ha hablado del ocaso de las ideologías. Es más, hay quien asegura que las ideologías han muerto. Como al «Dios ha muerto» estampado en el umbral de la filosofía de Nietzsche, quizá también podría dedicarse un rótulo mortuorio a las portadas de los manuales que pretenden explicar las ideologías.
Los expertos en definiciones aseguran que la «ideología es un conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso, político, etc».(DRAE). Lo que habría que averiguar es cuál es ese conjunto de ideas fundamentales y, fuera del conjunto, cuáles son esas ideas fundamentales. Por otra parte, habría que considerar si las ideas fundamentales le sobrevienen a la persona desde fuera, impuestas por el poder, o surgen en su interior como producto de su propia libertad. Ideas fundamentales. ¡Qué esplendoroso se manifiesta a veces el poder de las palabras! Lo patético de todo este intrincado asunto está en que, según dicen, el mundo se rige por un conjunto de ideas fundamentales que la mayoría desconoce y que la minoría no acepta.
El personal actúa, esto es incuestionable, impulsado por ideas. Cuando la gente (individualizada en yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros, ellos, ellas) actúa, lo hace por algo. Ese ‘algo’ es la causa de su actuación, es su idea, fundamental o no. Y así, cuando un imbécil (usted comprende, uno de esos tragavientos con la pinza floja que va perdiendo aceite mental cada dos pasos) comete una gilipollez tipo conducir en sentido contrario al de la marcha y mata a cuatro personas que viajan tan tranquilas para pasar las vacaciones en el pueblo, uno va y se pregunta: ¿actúa el imbécil conforme a alguna idea de las llamadas fundamentales o, al contrario, lo hace porque no conoce o no reconoce o no le sale de la pera admitir las ideas fundamentales? ¿Qué ideología o conjunto de ideas fundamentales sirve de combustible al bólido descerebrado del infractor? Y así, cuando un hijo de puta maltrata a la mujer a la que tal vez amó, esa con la que  hizo planes de cariño y de futuro, esa con la que tantas veces tal vez alimentó la cercanía del afecto, cuando un hijo de puta, repito, degüella a la mujer con la que comparte el lecho, o la acuchilla salvajemente, o la tira por la ventana de un sexto piso, o la golpea hasta desfigurarle el rostro, o la apalea hasta romperle los huesos, cuando un hijo de puta, repito, comete esas acciones execrables, ¿acaso lo hace impulsado por alguna idea fundamental? ¿Acaso el hijo de puta actúa condicionado por alguna ideología? (Paréntesis permisivo: ante la excandecencia expositiva, sepan quienes este artículo leyeren, mayormente los lectores desavisados, que los términos ‘gilipollez’ e ‘hijo de puta’ se encuentran registrados en el maternal diccionario de la lengua española y que, en consecuencia, son académicamente correctos).
Suele ocurrir también que hay quien mantiene viva la ideología, aunque haya muerto, tal como se mantiene viva a la bisabuela, aunque no haya muerto, y se proclama por todas partes que uno lucha por sus ideas, disfrazadas frecuentemente con el interesante nombre de ‘ideales’, y que estaría dispuesto a todo por defenderlos. Subyace aquí una actitud defensiva, la actitud de quien repele un ataque, que no tendría por qué referirse a los ideales, porque las ideas fundamentales o ideología deben ser adoptadas libremente sin necesidad de imposición alguna,  y si tienen que defenderse es porque alguien las ataca, y si alguien las ataca y se opone a ellas es porque no las acepta o porque le han sido impuestas de alguna manera por el impositor de turno.
La candente actualidad, caracterizada por una ausencia estremecedora de ideales y por una carencia casi absoluta de valores, está expuesta a la despersonalización y a la nada. No sé si habrá que concluir, pesimistamente, que la ideología es una coraza, más bien un baluarte, que los conductores de masas desarrollan para enmascarar las contradicciones y para defenderse ante la historia.

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