martes, 20 de diciembre de 2016

HOMONIMIA PARA TORPES DE LA HISTORIA


Hombre, no sólo va uno a encontrar en las pseudolibrerías de las grandes superficies Windows XP para torpes. Supongo que también podría darle a algún iluminado por publicar (tal vez ilustrada por Forges) una “Homonimia para torpes”, e ir tú husmeando la mancha y encontrarla. Necesaria. Al menos así la considero después de leer (y disfrutar) el chiste gráfico de Larrey, “La vuelta de la tortilla”, publicado en HOY el sábado pasado. Excelente. Acerca de las comunidades Autónomas Españolas. Y digo ‘españolas’ porque el chiste mantenía como fondo de dibujo el mapa de España. «Comunidades históricas / Comunidades histéricas». Del birrioso mapa de España, aplastado como una piel tundida, emergían varias líneas en dirección exacta a las comunidades histéricas y otras en dirección a las comunidades históricas. Lo chocante del asunto residía en que, en apariencia, la dirección de las líneas estaba equivocada porque había unas que señalaban como histéricas a las comunidades consideradas históricas, y afianzaban como históricas a las que nadie considera como tales. Así que las históricas eran histéricas y las que no son históricas tampoco eran histéricas pero eran históricas. Resulta, pues, que las comunidades que no son histéricas son históricas y las histéricas son, a la vez, históricas e histéricas. O sólo histéricas, quién sabe. Llegados a este punto de esquizofrenia homónima, habría que preguntarse dónde reside la historia y dónde aparece la histeria, o cuándo. Porque puede darse el caso de que una Comunidad histórica haya vivido tranquilamente su historicidad durante siglos, anclada en sus costumbres de raigambre bellísima y, de pronto, la aceleración del ritmo histórico le ha quemado las bujías, ha empezado a considerarse más histórica que nunca y se le ha aparecido la mañana de los tiempos en figura de reivindicación virginal disfrazada de histeria. Para no caer en el cepo, hay que preguntarse, pues, dónde reside la Historia. Oye, que no es una gilipollez, me lo han preguntado en la calle y no he hallado la respuesta. Me han dicho: ¿dónde está la Historia? ¿En las montañas, en los ríos, en los valles? ¿En los pueblos, en las ciudades, en los monumentos? ¿O acaso la Historia no es un lugar, ni mil lugares, sino el conjunto de ‘acciones’, conocidas o no, llevadas a cabo por el ser humano a lo largo de los siglos? Si es así, todas las comunidades que integran España son históricas. Supongo que a nadie en su sano juicio se le ocurre afirmar que el río Llobregat es más histórico que el Tajo, o que Santiago de Compostela es ciudad más histórica que Mérida, o que la playa de la Concha adormece con olas más históricas que las de Almería, o que la Albufera de Valencia acumula más patos históricos que las Tablas de Daimiel. Ah, no, mire usted, es que no es eso, usted no tiene ni prostiputa idea, usted se ha pasado diecisiete autonomías porque el concepto histórico no reside en la topografía sino en el idioma, es decir, para que usted me entienda, la Historia no se asienta en los comportamientos humanos, las costumbres, todo eso, sabe usted, no, no, la Historia se arraiga en el idioma: Sólo una Comunidad con capacidad de comunicación oral diferente a otras (sistema fonológico propio, que se dice), puede considerarse histórica. ¡Plaff! Más de media España sumida en las tinieblas exteriores de la no Historia. ¡Y yo que pensaba que Viriato y las murallas tardorromanas le conferían a Coria un antiquísimo olor histórico. Pues nada. Sin histeria no hay Historia. (Información para listos. Charles Bally admite la homonimia parcial: los significantes presentan alguna diferencia de forma. Históricas/histéricas, por ejemplo. De nada).

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