Pasea uno la acera,
entra en el bar, se sienta en el parque, consume en Mercadona, en fin, realiza
esas tareas diarias de ciudadano probo que son casi de obligado cumplimiento.
Y
en todas partes igual. Más de lo mismo. El personal anda irritado. Cabreado.
Harto.
Una grave sensación de inestabilidad social aletea sobre las cabezas.
Alguien (o algunos, léase Rajoy, Sánchez, Iglesias, Rivera) de no se sabe donde, le toma el pelo desconsideradamente.
Alguien
olvida que el gentío es la fuente de los votos. Una fuente, ay, de la que se
bebe el día de las elecciones pero que se tapona inmediatamente después.
Así
que ya te digo, el personal anda harto de que quieran darle gato por libre, lo
que equivale, en el fondo a una burla. Tal vez provocada por las
circunstancias. Pero burla, aunque sea involuntaria. Por algo algunas encuestas
confirman la sensación desconfiada de la
ciudadanía para quien los políticos se han constituido en verdadero problema por detrás
del paro y de la crisis.
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