De qué otra cosa va a hablar uno si no es de la política, háganse cargo,
no digo hablar de política sino hablar de la política, clavada la utilización
del determinante ‘la’, con todos los rigores de la determinación, un ‘la’ que
actualiza la idea abstracta que se suele tener de la política, hablar de
política es una generalización que puede referirse a todos los procesos
políticos que se encuentren, se hayan encontrado o se puedan encontrar, hablar,
sin embargo, de ‘la’ política, concreta el proceso a que nos referimos y lo
actualiza a este momento, a esta situación, a esta España nuestra de ahora
mismo (Rajoy, Sánchez, Rivera, Iglesias). Así que de qué otra cosa va a hablar uno si no es de 'la' política, estos
días tan politizados, tan polinizados de política, tan provocadores de alergias
y estornudos y moquilleo políticos, tan propios de individuos que,
sensibilizados ante la sustancia política, reaccionan después ante ella de una
manera exagerada. Y ocurre que los anticuerpos frecuentemente permanecen en la
circulación social, con lo que aparece una especie de urticaria provocada por
los medicamentos políticos (quiero decir medicamentos recetados por los
políticos, no me refiero, evidentemente, a que los medicamentos sean políticos
de por sí). No para ahí la cosa, porque si los anticuerpos se fijan en
determinados tejidos, hay tantos, tejido familiar, tejido educativo, tejido
económico, tejido religioso, tejido homoerótico, tejido industrial, tejido de pensiones, tejido
agrícola, tejido de autonomías e independencias, tejido de mujer trabajadora,
tejido de violencia de género, tejido de terrorismo, tejido militar, tejido de
culebroneras, culifinas y culimajos, tejido de televisión analfabeta y
culigorda, tejido deportivo con su dopaje y sus engañifas, tejido de salsas
rosas y grasientas, decía que si los anticuerpos se fijan en determinados
tejidos la liamos gorda, porque aparece entonces una alergia tisular que se
manifiesta en erupciones y en eccemas que dejan la piel social y ciudadana
convertida en un desastre enrojecido en el que la comezón no deja de levantar
manos y pancartas y el picor insoportable no deja de abrir bocas y de lanzar
invectivas, insultos y descalificaciones. Y eso si, en determinados estamentos,
no entra además asma bronquial y problemas digestivos y hasta oculares y
nerviosos, que también son reacciones peculiares desencadenadas por alérgenos
(políticos). La política. La cosa política. En qué ha quedado la política. Si
dijera que odio la política, tal vez más de uno se llevaría las manos a la
cabeza y me señalaría ferozmente con el dedo, como a individuo peligroso y
oscuro. Sin embargo, creo que sí. Odio la política. Es decir, odio el conjunto
de hechos, el entramado a través del cual quieren hacernos creer que ‘eso’ es
la política. Y aunque ya lo he escrito en otras ocasiones, voy a repetirlo: Antifón proclama que es lícito traspasar la ley: se puede hacer tranquilamente
con tal que nadie lo advierta.
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