Marcan el paso los soldados en los desfiles militares. Cabeza alta, pecho
erguido. Valor, hombría y Patria (en peligro de extinción por la deconstrucción
sentimentalmente ideológica a que la someten algunas comunidades autónomas). Marcan el paso las
modelos en los desfiles de las pasarelas, esas zancadas a trompicones
antiestéticos, saltamontes engalanados por los modistos para demolición de la
belleza femenina (menos mal que la voz de la sensatez ha empezado a imponerse
eliminando de los ‘pases’ las fotocopias esqueléticas de rayos X). ¿Quién marca
el paso, sin embargo, en la economía, los derechos humanos y el respeto a la
ley? Porque el paso nos lo marcan, y
bien marcado. Jamás el gentío ha sido menos libre (en contra de lo que marcan
las apariencias) que lo es ahora. En épocas de ‘marcadura’ de paso forzosa, el
personal no tenía más remedio que incrustar el pie en los raíles del tranvía y
caminar sin tregua, ante la imposibilidad de desviarse. Lo perverso de nuestros
días, rimero siniestro y diabólico, consiste en hacer creer al gentío que es
libre para lanzar al aire sus propias y personales zapatetas, siendo así que
ocurre exactamente al revés: el personal marca el paso que le marcan. Los
problemas de los últimos diez años no sólo no se han resuelto, sino que han
acentuado los tres grandes desafíos a los que se enfrentaban: una economía
injusta, el desprecio a los derechos humanos y la falta de respeto a la ley. ¿Quién influye en los
ciudadanos para que, como ‘ciegas hormigas’, engrosen los carriles del gasto,
del consumo, del ocio irracional, de la
desvalorización, quizá de la estulticia? ¿Quién influye en los medios de
comunicación para que, ‘todos a una’, hagan
creer al gentío que es libre porque se puede decir lo que se quiera (que no se
puede), porque se puede hacer lo que se quiera? Ciegas hormigas. Eso somos.
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