Con este mismo título recibí un correo electrónico con la fotografía adjunta de un cartel,
patrocinado por algunas instituciones públicas, en el que podía leerse lo
siguiente: «Soy puta, soy negro, soy marica, soy moro, soy sudaca, soy mujer. El
diferente eres tú, imbécil». Cada atribución escrita en letras capitales, cada
atribución colocada la una debajo de la otra, en tinta negra, excepto la
última, la que somos tú y yo, escrita en tinta roja: «Imbécil». El letrero, bien
enmarcado, acristalado y colocado en plaza pública aparecía en las calles de
Gijón.
Juro ante el altar de
Hércules que no ataco a las putas, que no persigo a los negros, que no acoso a
los maricas, que no huyo de los moros, que no menosprecio a los sudacas y que
no desprecio a las mujeres. Juro así mismo que, si pudiera, le untaría la mente
con excrementos al bien pensante político de Gijón que ha autorizado la
exposición pública de semejante tergiversación léxica, como menos. Porque la
mala leche enumerativa del tipo (o tipa) del
letrero pretende significar que millones de hombres (españoles) somos imbéciles
porque no tenemos pinta de puta ni de negro ni de marica ni de sudaca ni de
mujer.
Llevar las cosas a esos
extremos de división antropológica y social es excesivo. Cada alma tiene su
almario y constituye una estupidez actitudinal despreciar por imbéciles a
quienes no comulgan con las ruedas de molino de los molineros de turno. Uno
puede ser antimarica (es la palabra del letrero), llegado el caso, y no ser
imbécil. No necesariamente son imbéciles todos los “anti” que pueblan los
carrefoures y mercadonas. Quienes a su vez, por la misma lógica, podrían llamar
imbéciles a putas, negros, maricas, moros, sudacas y mujeres.
Otra interpretación.
Puede que el letrero posea una intención benefactora latente, de forma que
pretenda acusar a muchos de misoginia, de homofobia o de xenofobia, y esa
pretensión la exponga con la dureza del cartel. Con lo cual todos aquellos que
no sean misóginos ni homófobos ni xenófobos no tendrían que darse por aludidos
ante el palabro que los denomina como cualitativamente imbéciles. O sea, que el
letrero va dirigido solo a los imbéciles.