sábado, 21 de noviembre de 2015

NEUROMERCADEO

NEUROMERCADEO
(Si compras caro, disfrutas más) 

Impacto del mercadeo sobre el cerebro. No quisiera meterme en camisa de once varas (en este caso la camisa es de corte médico, neurofisiológico). Resulta que los investigadores de la universidad de Stanford y del Instituto de tecnología de California han descubierto que inflar el precio de un producto produce mayor actividad  en un área específica del cerebro llamada «corteza medial orbitofrontal». Neuromercadeo. Los comerciantes lo aprovechan para manipular nuestras neuronas y hacernos picar en la adquisición de productos que, sin ser caros, nos los venden como caros. ¿A qué se debe esto, es decir, a qué se debe que nos dejemos engañar como chinos? Pues simplemente se debe a las reacciones de nuestra corteza medial orbitofrontal. Porque, oh sorpresa, en esta área específica del cerebro es donde se halla agazapada nuestra percepción del placer, del deleite y del bienestar. Los investigadores hallaron que al gentío le gusta más el vino tinto caro que el barato (a mí también), y que cuando se bebe vino caro tinto la zona neural de nuestra corteza medial orbitofrontal reacciona proporcionándonos placer y deleite. Pero resulta, y aquí está la trampa manipuladora de los comerciantes, que ‘ese’ vino tinto no es más caro por ser mejor sino porque ellos lo encarecen. Esta diferencia cualitativa la ignoramos los consumidores. Y tan sólo por el hecho de ser caro un producto nos parece mejor (aunque sea malo), y lo consumimos con el ego inflado de un sabroso placer estimulado por la corteza medial orbitofrontal. Si dejamos el vino y trasladamos nuestra pretensión de placer a la ropa, al calzado, a los restaurantes de lujo o a los automóviles, vamos, que la dicha corteza sufre una actividad frenética, no hay más que ver al tipo/a que conduce un Jaguar XF o un Mercedes SL.
En fin, que los ricos deben de tener la corteza cerebral llena de deleite porque pueden  disfrutar de cosas caras (aunque sean  de mala calidad), mientras los pobres (que también tienen cerebro con área específica de corteza medial orbitofrontal) se deleitan con las gangas del mercadillo.

Por esto de la corteza, quizá, los que tienen dinero disfrutan tanto siendo ricos.

jueves, 5 de noviembre de 2015

EL TIEMPO

Ontología de la existencia. Gracias al tiempo estamos en el mundo. Ser-en-el-mundo interpretado como existencia, ya lo dijo Heidegger. Estamos tan acostumbrados al tiempo que no se nos ocurre pensar en el problema que el tiempo supone. Lo relacionamos con un antes y un después, un pasado y un futuro, cuando en realidad la unidad de medida del tiempo es el ‘ahora’, el instante inmediato. «Es algo misterioso, porque por una parte divide el tiempo en pasado y presente y por otra los une de nuevo. Por la división surge la diversidad del tiempo y, por la unión en el ahora, su unidad», afirma Hirschberger. Vivimos, pues, en medio de una ficción que nos hace ser sin ser, porque nuestro presente está variando constantemente. Cada nanosegundo ya no somos lo que somos porque nuestro ser acaba de caer en el pasado y tomamos del futuro otra mínima fracción de tiempo que, a su vez, cae instantáneamente en el pasado. Tal vez el ser humano no sepa si podría deshacer esos lazos que le surcan la frente, los barrotes de esa cárcel sin puerta que es el tiempo, tierra humilde que aprisiona sus ojos, que lo hace mendigo de si mismo: un mendigo algo extraño, limpio, afeitado, siempre sin harapos, mendigando la luz en cada tarde que es la tarde del tiempo. Tal vez el ser humano se agarre desesperadamente a esa luminosa penumbra temporal surgida de todos los instantes, infinitos ahoras que constituyen la inmaterialidad de percepciones arrancadas al goce o al pretexto de eludir la azarosa sintonía entre vida, placer, dolor o muerte. El tiempo sigue cabalgando impertérrito por páramos helados, por heladas estepas, por ardientes, resecos, tostados arenales, por las avenidas de las ciudades, por las calles de los pueblos, dando la vuelta al mundo, riéndose del hombre porque la eternidad o lo que sea se acerca, y se acerca la muerte de ese tiempo que nosotros medimos. A su vez, los científicos intentan dar la vuelta por la red del espacio o descomunicarse de la vida futura con inventos o bombas o cremas para el cutis. Por otra parte, se tiene muy en cuenta la Historia como un gran depósito de acontecimientos temporales, pero la Historia se cobija en la oquedad del tiempo que masca, engulle y se alimenta sólo de la filosofía de la historia. Presente propiamente no hay porque a nuestras espaldas, como una inmensa chepa de siglos, va el pretérito de todos esos verbos que se sabe la vida. Y, delante, el futuro con un río en los huesos, con un mar en los huesos de (des)ilusión y (des)esperanza. Si se piensa en el pasado, el personal no tiene más remedio que considerar si era un concepto erróneo o era una falsa alarma, si era un placer momentáneo o era una idea de acero. Era. Tiempo pasado. Pretérito imperfecto del verbo ser. Ahora, ahora que es presente, ahora que es lo exacto,  lo concreto, ahora no hay nada; mejor dicho, hay todo: ahora es la duda y el temor taladrando.