Hombre, no sólo va uno a encontrar en las pseudolibrerías de las grandes
superficies Windows XP para torpes.
Supongo que también podría darle a algún iluminado por publicar (tal vez
ilustrada por Forges) una “Homonimia para torpes”, e ir tú husmeando la mancha
y encontrarla. Necesaria. Al menos así la considero después de leer (y
disfrutar) el chiste gráfico de Larrey, “La vuelta de la tortilla”, publicado
en HOY el sábado pasado. Excelente. Acerca de las comunidades Autónomas
Españolas. Y digo ‘españolas’ porque el chiste mantenía como fondo de dibujo el
mapa de España. «Comunidades históricas / Comunidades histéricas». Del birrioso
mapa de España, aplastado como una piel tundida, emergían varias líneas en
dirección exacta a las comunidades histéricas y otras en dirección a las
comunidades históricas. Lo chocante del asunto residía en que, en apariencia, la
dirección de las líneas estaba equivocada porque había unas que señalaban como
histéricas a las comunidades consideradas históricas, y afianzaban como
históricas a las que nadie considera como tales. Así que las históricas eran
histéricas y las que no son históricas tampoco eran histéricas pero eran
históricas. Resulta, pues, que las comunidades que no son histéricas son
históricas y las histéricas son, a la vez, históricas e histéricas. O sólo
histéricas, quién sabe. Llegados a este punto de esquizofrenia homónima, habría
que preguntarse dónde reside la historia y dónde aparece la histeria, o cuándo.
Porque puede darse el caso de que una Comunidad histórica haya vivido
tranquilamente su historicidad durante siglos, anclada en sus costumbres de
raigambre bellísima y, de pronto, la aceleración del ritmo histórico le ha
quemado las bujías, ha empezado a considerarse más histórica que nunca y se le
ha aparecido la mañana de los tiempos en figura de reivindicación virginal
disfrazada de histeria. Para no caer en el cepo, hay que preguntarse, pues,
dónde reside la Historia.
Oye , que no es una gilipollez, me lo han preguntado en la
calle y no he hallado la respuesta. Me han dicho: ¿dónde está la Historia ? ¿En las
montañas, en los ríos, en los valles? ¿En los pueblos, en las ciudades, en los
monumentos? ¿O acaso la
Historia no es un lugar, ni mil lugares, sino el conjunto de
‘acciones’, conocidas o no, llevadas a cabo por el ser humano a lo largo de los
siglos? Si es así, todas las comunidades que integran España son históricas.
Supongo que a nadie en su sano juicio se le ocurre afirmar que el río Llobregat
es más histórico que el Tajo, o que Santiago de Compostela es ciudad más
histórica que Mérida, o que la playa de la Concha adormece con olas más históricas que las
de Almería, o que la Albufera
de Valencia acumula más patos históricos que las Tablas de Daimiel. Ah, no,
mire usted, es que no es eso, usted no tiene ni prostiputa idea, usted se ha
pasado diecisiete autonomías porque el concepto histórico no reside en la
topografía sino en el idioma, es decir, para que usted me entienda, la Historia no se asienta en
los comportamientos humanos, las costumbres, todo eso, sabe usted, no, no, la Historia se arraiga en el
idioma: Sólo una Comunidad con capacidad de comunicación oral diferente a otras
(sistema fonológico propio, que se dice), puede considerarse histórica. ¡Plaff!
Más de media España sumida en las tinieblas exteriores de la no Historia. ¡Y yo
que pensaba que Viriato y las murallas tardorromanas le conferían a Coria un
antiquísimo olor histórico. Pues nada. Sin histeria no hay Historia.
(Información para listos. Charles Bally admite la homonimia parcial: los
significantes presentan alguna diferencia de forma. Históricas/histéricas, por
ejemplo. De nada).