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Me asomo a la ventana y los hipócritas deambulan tranquilamente por la acera. O apresuradamente. Porque encontrar a alguien en quien depositar mi hipocresía no es cosa fácil. Aunque, según se mire, puede darse el intercambio: yo acepto tu condición hipócrita y tú admites la mía. Saludos. Apretones de mano. Mentiras risueñas. La palabra me ha sido dada para ocultar el pensamiento. Pienso en mi denominación como persona: no soy lo que realizo, más bien soy lo que oculto.

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