jueves, 11 de diciembre de 2014

POSIBILIDAD DE QUE EL MÓVIL ALTERE TUS BIORRITMOS

No pretendo aludir al móvil de los políticos corruptos, un campo de impulsos humanos muy vasto y, al mismo tiempo, muy variados los motivos (el móvil) que pueden llevar al político a delinquir.
Me refiero al móvil telefónico, como no podía ser menos, ese artilugio de última generación que cohabita en la intimidad de todos y cada uno de los españoles, más de treinta y dos millones de teléfonos móviles hay en España, qué horror, para qué querrán los españoles tantos móviles, no hay bar, autobús, acera, terraza de verano, supermercado, sala de espera, polideportivo, cine, reunión de sindicatos, jornada de reflexión política, pleno del ayuntamiento y obra en construcción en los que no aparezca el usuario del móvil, y hasta en la iglesia, no creas, que está el oficiante en la culminación de su homilía y, zas, surge la imprevista interrupción del móvil, que no por repentina deja de resultar incómoda, y va el usuario y se levanta con aire más trascendental que compungido y se larga al atrio disculpándose a media voz por las molestias ocasionadas en su alteración litúrgica.
Y ahora resulta que las últimas investigaciones de los expertos nos alertan y ponen al móvil en vilo porque produce emisiones de radiación que pueden resultar peligrosas para la salud. Y según en qué lugar del cuerpo vaya alojado el móvil, el peligro incide en el órgano más cercano, dicen. Así que cuando se te calienta la oreja, por ejemplo, de tanto movilear, las radiaciones del móvil pueden llegar, con el tiempo, a producirte lesiones acústicas o a hacerte un agujero espantoso en el cerebro que quizá llegue a convertirse en la guarida de la tontuna, ese tumor maligno que condiciona la recepción de la cordura. Así que cuando, en medio del trabajo, aprecias falta de concentración o ligero dolor de cabeza, cuando sientes que la pantalla del ordenador parpadea más de la cuenta y te entras ganas de mandar la estadística al carajo, no lo dudes: el móvil te está jugando una mala pasada. Cuando adviertes que la proximidad de la culifina de pelo amarillo que trabaja en el laboratorio te produce breves extrasístoles repentinas, como puñaladas cordialmente enemigas, no es su anatomía esplendorosa, no, la que daña tu corazón: es el móvil el causante de tu alteración cardiorrespiratoria. Cuando adormilado y vencido te levantas el domingo por la mañana, la lengua pastosa y los párpados orlados de ojeras protuberantes, sintiendo ligeros pinchazos en el lado derecho del abdomen, no ha sido el Ballantine’s, no, el agente de tu flatulencia: ha sido el uso tontorrón del móvil que poco a poco va horadando los tejidos de tu hígado o de tu bazo, expuestos quizá a algún tumor linfático. Cuando, sin saber por qué, no tienes más remedio que levantarte y dirigirte cada dos por tres a los servicios, con repetidos e inusuales ataques de incontinencia en la micción que hacen sonreír al conserje (piensa, el malaleches, que ya se te aproxima lo de la próstata), no han sido las cervezas —antioxidantes y todo— las que te inflaman la vejiga, no: es el uso del móvil que perjudica seriamente los tejidos de tus riñones. En fin, si notas, alarmado, que tus partes pudendas abultan más de la cuenta y que el personal (mayormente femenino) echa un ligero y disimulado vistazo a tu bragueta cuando te cruzas con él por el pasillo, no se debe el aumento del paquete a un efecto inversamente malsano de la criptorquidia, no: es el uso indiscriminado del móvil cuyas radiaciones han producido un calentamiento de tus testículos, agobiados por su campo magnético.
Así que, amigo, te sugiero que te andes con cuidado en el uso del móvil para evitar la incidencia de tumores. 


lunes, 8 de diciembre de 2014

MICRORRELATO DEL ABUELO CACHEADO EN EL AEROPUERTO

¡Qué vergüenza, Dios mío!, me dice un viejo conocido recién llegado de uno de esos viajes que el Imserso organiza para los tercerasedades. ¿Qué pasa, le dije, que te hicieron empuñar el hacha para liberar tus obsesiones con lo de la destructoterapia? Ojalá hubiera sido eso, respondió. Fue peor. En el aeropuerto. Nada, que nos obligaron a sacar cuanto llevábamos en los bolsillos, en la bolsa y en la maricona. Fue cruel. La hebilla de mi cinturón no hacía más que pitar y me obligaron a quitármelo. Los pantalones se vinieron abajo (me los compré anchos por la comodidad de los cataplines, ya sabes) y quedaron al aire unos calzoncillos decorados con pin up rojas, para la fantasía sexual, me había dicho la parienta. ¡Qué fuerte!, le dije. El caso es que los calzoncillos, continuó, seguían pitando, y nada, los cabrones, que me hicieron que me los bajara. ¿Cómo?, me sorprendí, no es posible, eres muy peludo. Fue posible, dijo, menos mal que a duras penas me cubrí las vergüenzas con las palmas de las manos. Pero, qué coño sonaba en los calzoncillos, le pregunté. Pues ya ves, me dijo torciendo la boca, nos dio por entrar en una sex shop y cargamos con unos preservativos musicales que yo escondía en el bolsillín interior de los calzoncillos. 
El chip de la musiquilla se confundía con el pudor escondido en los pliegues de la turbación.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿COMPARARÍA USTED A MESSI CON LANG LANG?


El pianista chino Lang Lang sorprendió el fin de semana con su presencia en el Camp Nou. Gran admirador del juego de FC Barcelona, del que dice es "música", comparó a algunos jugadores con grandes compositores.

Y yo digo:
Me gusta el fútbol, los fines de semana veo los partidos televisados, a mi juicio, más interesantes. Pero me gusta más la música. No, no cualquier clase de música. Me gusta la música clásica. Admiro a Messi como futbolista. Admiro aún más a Lang Lang, sobre todo cuando interpreta al piano a Chopin o a Mozart (la sonata No. 10 en Sol Mayor, por ejemplo, tan fina, tan limpia, tan ensoñadora). Pero, vamos, comparar a Messi con Mozart es hacer una apreciación inapropiada de ambos personajes. Supongo que habrá sido para halagar la egolatría de Josep Maria Bartomeu, en su visita al Nou Camp. Cosas así suelen acontecer.

jueves, 13 de noviembre de 2014

RELATO DEL TIPO QUE NO SE CONSIDERABA RACISTA


Tengo un conocido que se considera escritor, futbolero y amante de la naturaleza, cada vez que nos vemos me da la palmada en el hombro y me pone a hervir la cabeza con sus obviedades cansinas y reiterativas. Nos encontramos en la acera, cerca de la entrada de Mercadona. ¿Recuerdas a Luis Aragonés? Sí, cómo no, le dije. ¿Y recuerdas los términos en que se dirigió a Reyes? No, a tanto no llego, respondí. Sí hombre, continuó, aquella frase que cundió tanto en los medios de comunicación. Me puso la mano en el hombro: pues resulta que para animar a Reyes, que entrenaba desganado, Luis Aragonés le gritó algo así como:
—¡Joder, échale huevos!, que tú eres mejor que el negro de mierda del Arsenal (Thierry Henry). Metió la pata. Pero Luis no se consideraba racista. Sin embargo, los arrieros se pusieron a darle palos y no pararon hasta pasadas tres semanas. (Los arrieros mediáticos, prensa, radio, televisión, ya comprendes, actuales repartidores de candela criticona y feroz). La tecla del racismo salta a la más mínima, ¿no crees?, y no se tiene en cuenta la singularidad de la frase, una simple frase no puede definir a nadie como racista, sí lo definiría la pluralidad de frases, ese negro de mierda, o por el estilo, pronunciadas con animo ofensivo frecuentemente y a diario. Si yo digo, excepcionalmente y por una vez, que Bolaño, por ejemplo, era un chileno de mierda, nadie me tildará de racista, dirá que es pura envidia lo que me corroe. Puede ser, le interrumpí, su novela '2666' es considerada como una de las más influyentes en lengua española. No le pareció oportuna mi interrupción. Continuó, como si tal cosa: si yo, hombre blanco, le digo a otro hombre blanco ‘eres un andaluz de mierda’ (por ejemplo, a mi vecino) él no correrá voceando que soy un racista, me dirá muy tranquilo que soy un gilipollas. En eso estamos de acuerdo, le dije. Me miró con desconfianza unos segundos. Continuó:  Si alguien le dice a Romelu Lukaku que es un negro, el hablante no es racista porque, efectivamente, el futbolista del Everton es negro. Luego el matiz ofensivo de la frase reside en el complemento preposicional ‘de mierda’, repetido con frecuencia sobre una o varias personas, no en la atribución de negro o de chileno. ¿Qué te parece? Eres un genio de la reflexión comparativa, dije. Y nos despedimos hasta otra.

martes, 11 de noviembre de 2014

RELATO DEL TIPO QUE NO SE DORMÍA VIENDO LA TELEVISIÓN

Entiéndase. Porque cualquier pensador de los que piensan, hay tantos, aunque parece que no, parece que el gentío no piensa, pero ocurre lo contrario de lo que parece, porque una cosa es parecer y otra ser, ya lo hemos dicho en repetidas ocasiones, por eso hay pensadores que piensan y pensadores que parece que piensan, y no es cosa de ahora, Armando Tomás Guíu lo señalaba en el TBO de los años cincuenta-sesenta, se refería a los pensamientos mentales de madame de la Tontaine, el pleonasmo utilizado como refuerzo embellecedor de la ignorancia porque, usted comprende, un pensamiento mental dota a la ignorancia de energía revitalizadora, un pensamiento mental eleva la ignorancia a la categoría de verdad cuasi absoluta, puede usted comprobarlo en los múltiples programas televisivos que se cuelan en los salones domiciliarios y los decoran y los culturizan, los incluyen en la cultura del mamoneo opinante, en la erudición del dialogueo vociferante, en el conocimiento del cotilleo murmurante, en el estudio del marujeo babeante, el pensamiento mental transmite la noticia aureolada de idiocia repugnante, y disculpe, usted comprenda, la utilización desmedida del epímone para expresar lo inexpresable, que quizá la ignorancia también puede ser bella, e incluso útil, no tienen por qué moverse en terrenos opuestos la belleza y la ignorancia, no tienen por qué batirse en duelo epistemológico la belleza y la ignorancia, la ignorancia puede ser bella aunque carezca de los fundamentos del conocimiento científico, o quizá por ello, la belleza puede ser ignorante aunque posea su correspondiente epiqueya para acomodar a sus propios intereses las circunstancias de tiempo, lugar y persona. (Dicen que Malcolm Lowry escribió "Bajo el volcán" completamente borracho. Yo no he llegado a tanto).

viernes, 7 de noviembre de 2014

RELATO DE LA VIEJITA QUE QUISO CONVERTIRSE EN UNA MUJER JOVEN

La viejita cruzaba la avenida frente a la plaza de la Constitución, vino la ambulancia con su urgencia y su piii poooooo, piii poooo, y la dejó aplastada como a un billete de cinco euros. Subió al cielo y le hicieron la inspección de entrada. Oh buen Dios, siempre he sido trabajadora, piadosa y caritativa, suplicó la viejita. Al buen Dios se le conmovió su barba eterna y dijo: en recompensa, te concedo cuarenta años más de vida. La viejita bajó de nuevo al mundo, se miró al espejo y pensó que estaba muy vieja para vivir cuarenta años más. Así que decidió acudir a una clínica de cirugía estética facial y corporal. Le agrandaron los ojos, le eliminaron las arrugas del rostro y de la frente, le abultaron los labios, le dejaron los pechos vigorosos y erectos, le transformaron el vientre caído y decrépito en una superficie plana y apetitosa, le practicaron un lifting de muslos y la piel perdió su flacidez y recobró su elasticidad. La viejita quedó transformada en una mujer joven, bella, atractiva, sexy. Cuando aquella tarde cruzó la plaza de la Constitución, los tercerasedades la miraban de reojo, se daban con el codo y se decían en voz baja ¡qué polvo! La ahora mujer joven volvió a cruzar la Avenida, y la ambulancia con su urgencia y su piii poooo, piii pooooo volvió a dejarla como a un billete de cinco euros. Subió al cielo muy enfadada y le dijo al buen Dios: ¡Me has mentido! ¡Me prometiste cuarenta años más de vida! Y el buen Dios respondió: ¡Anda, si eres tú otra vez! ¡No te había reconocido!

viernes, 31 de octubre de 2014

REFLEXIÓN ATREVIDA ENTRE FACEBOOK Y CAPULLO

Esto del feisbu (como lo llama mi amigo Ángel Rusty) es una aplicación técnica sorprendente, maravillosa e increíble. Considerada una de las redes sociales más populares de la actualidad, es una interfaz virtual desarrollada en el año 2004 por cuatro estadounidenses en la ciudad de Cambridge. Chapó, genuflexión y reverencia profunda para ellos. Pero resulta que el feisbu a mí (además de reconocer lo anteriormente expuesto) me resulta dotado de la intrincada gilipollez de un capullar. Y así como un terreno en el que abundan los olivos es un olivar y otro en el que crecen los melones es un melonar, no veo por qué el arbusto en el que brotan los capullos no pueda ser un capullar. Pues no señor, no lo es. Por esas veleidades enigmáticas del lenguaje, el término capullar no se encuentra recogido en las páginas lexicográficas de la Docta Casa (DRAE). Y mira que es antiguo lo de capullo. Corominas lo data en 1490, resultado probable de un cruce entre ‘capillo’ y ‘cogulla’. Se encuentran étimos relacionados, como capucha, capuchino, capuchón y encapuchar, todos con significados referentes a capa o manto, y al antiguo capuz con el que se cubrían la cabeza. Pero de ‘capullar’, nada. Sin embargo, capullos, lo que se dice capullos, desde el siglo XV para acá, un montón. Por esa razón es por la que me atrevo a utilizar el término ‘capullar’, y sus derivados, aunque no se encuentren recogidos en el diccionario. En el terreno de la capullería, abundan los diferentes tamaños y las distintas tonalidades cromáticas. Capullos que se lo montan en gris perla son los feisbuqueros vocingleros, expertos en la hinchazón del globo para que explote a las primeras de cambio, protuberancia que utilizan para incrementar sus cuotas de audiencia, no solo para informar a los amiguetes: se trata de los feisbuqueros activos. Sin embargo, el 'me gusta' es el globo preferido por el feisbuquero pasivo. Este feisbuquero pertenece a la especie silenciosa de los peces de ciudad, aquella viajera de Joaquín Sabina que quiso enseñarme a besar en la gare d'Austerlitz, peces que bucean a ras del suelo, que no merecen nadar. El feisbuquero activo experimeta el subidón de la autoestima cuando comprueba, inflado como un globo, que ha recibido el homenaje de 527 'megusta', que es la prueba más jabonosa de la esencia de las pompas. Pero, ay, es efímera la vida de las pompas de jabón, y la persistencia de su volatilidad se convierte rápidamente en inconsistencia. De ahí a la nada no hay más que un paso. Y acaba el capullo deshojándose en el olvido, a pesar de cubrirse la cabeza con el socorrido capuchón del último 'megusta'.

martes, 28 de octubre de 2014

ALGO SOBRE LAS ENCUESTAS DE OPINIÓN

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No sé cómo podrían vivir sin encuestas hace pocos años. La encuesta es la manifestación del esplendor opinante. Así que no sé cómo el gentío podría vivir sin opinar. Increíble. La gente no opinaba. La gente trabajaba de sol a sol, suele decirse, tal vez con la exageración incomprensiva de las afirmaciones rotundas. El personal trabajaba y no opinaba, al menos nadie le pedía que manifestara su opinión. Y era tan feliz, al parecer. A nadie interesaba la opinión de los demás. 
Si a nadie interesaba la opinión de los demás, mucho menos a los que mandaban. Los que mandaban se dedicaban a eso, a mandar, que (no) era lo suyo, y ni de broma se les ocurría consultar la opinión del gentío. Hoy día no. Hoy día la encuesta constituye una magnificación de la ciudadanía, que también trabaja, aunque parezca que en vez de trabajar consume y, a la vez que consume, responde con alegría los cuestionarios de las encuestas. El problema de la encuesta reside en que de ordinario las preguntas que configuran el cuestionario están redactadas siguiendo los intereses del encuestador de manera que el gentío responda lo que al tal encuestador interesa oír. Porque para oír lo que no interesa es preferible prescindir de la encuesta.  A pesar de todo, la encuesta no define una realidad: la taxidermiza (la palabra no existe pero, puestos a exagerar, se me ocurre utilizarla). En realidad la taxidermia solo es eso: apariencia de vida, de no muerte, de no. Una encuesta en manos de los políticos, escribió Pitigrilli, es una cosa en la que toda mentira se convierte en un gráfico.

jueves, 23 de octubre de 2014

POR RARO QUE PAREZCA HAY VECES EN QUE DOS Y DOS NO SON CUATRO

Hay un  caso en el que se muestra, a mi parecer, que dos y dos no son cuatro. Es el, llamémoslo así, ‘caso Salvador Allende’. Uno es un ignorante perdido en el proceloso mar de la desinformación. Quién lo iba a decir. Con tanto leer los poemas y antipoemas de Nicanor Parra, los poemas infrarrealistas mexicanos de Roberto Bolaño, los poetas chilenos de los noventa, y al Pablo Neruda juvenil, encendido y rítmico, y al Huidobro de siempre jamás, más la experiencia lírica de Gabriela Mistral, y a Elías Letelier, y a Verónica Zondek, y a Teresa Calderón, y yo qué sé a cuantos, pues va uno y no sabe nada de Salvador Allende, excepto las cuatro cosas que sabe todo el mundo: elegido presidente en 1970 y derrocado y muerto por el golpe de Estado de Pinochet en 1973. Pero lo que uno ignoraba (sea cierto o no el supuesto) es que Salvador Allende fue cocinero antes que fraile, es decir, fue un derechudo riguroso antes que socialista mártir. Como Quevedo y su anomalía: cabizmundo y meditabajo. Así me he quedado. Porque cuando uno admira a una persona y te la ponen como que se ha dado media vuelta, pues que le entra a uno la frialdad de la desilusión. Según asegura el profesor Víctor Farías («Salvador Allende: contra los judíos, los homosexuales y otros degenerados»), Allende fue, cuando ejercía como joven médico allá por 1933, fascista, antisemita y homófobo. Si es cierto, hay que admitirlo. Si es mentira, hay que rebatirlo. Pero, por lo visto, estas cosas de la desmitificación de mitos no pueden decirse en alta voz para evitar ser tachado de retrógrado y facha, lo que me inclina a pensar que a veces dos y dos no son cuatro.



miércoles, 15 de octubre de 2014

¿CREE USTED QUE HAY VALORES?

Para empezar, ahí va una pregunta intempestiva. ¿Dispone el hombre actual de ‘valores’? Ya sé que no resulta apropiado, desde el punto de vista de la retórica (la praesentatio era, o algo así), empezar el discurso con una interrogación directa. Más que nada por el sobresalto que se ocasiona al personal, porque aún no se ha acomodado en la butaca y ya lo estás obligando a que acometa la fastidiosa tarea de pensar. Así que voy y pregunto, de buenas a primeras, por los valores. (En realidad me lo pregunto a mí mismo, es mi propia pregunta, pero a ver, si uno  exterioriza las obsesiones parece que con ello se atenúan, o se espantan, las incertidumbres).
No sé si habrá alguien que lúcidamente admita hoy, a lo que se ve, la teoría de los valores, o la filosofía de los valores o, en fin, la ética de los valores. No me refiero, naturalmente, al ‘moralismo’ (que pretende hacer de lo ético la base de lo metafísico, esto ya lo explicó Kant), ni me refiero a la ética de la utilidad, esa especie de eudemonía del interés propio que convierte el provecho del individuo en único criterio de lo moral, utilitarismo que por otra parte no es de ahora, ya lo desarrolló Jeremy Bentham a principios del siglo XIX.  Me refiero, naturalmente, al concepto filosófico de ‘valor’, esa cualidad que poseen algunas realidades del espíritu por la cual son estimables, y que son explicadas por la ética (filosofía moral) como hechos morales, es decir, preceptos, normas, actitudes e incluso manifestaciones de la conciencia como patria, honor, religión o virtud. Así que volvamos a la pregunta inicial. ¿Dispone el hombre actual de valores, o al menos dispone de ellos, o los posee, tal como se cree que los poseía en épocas pasadas? En otros tiempos, según cuentan, los valores constituían un patrimonio (se supone que espiritual, y al decir espiritual me refiero a cualquier actividad que procede del espíritu) tan importante que muchos preferían morir, o eran alentados a morir, antes que perderlos. Se moría por la patria, se moría por Dios, se moría por la virtud, se moría por el honor. Otra cosa es reflexionar sobre quiénes imponían esos conceptos como valores que había que conservar y defender. Pero esto es tema para otro día.
¿Épocas de valores sólidos? Puede ser. Pero de la misma manera que se moría por la patria, se mataba por la patria. Dentro del conjunto de valores, gozaba de lugar privilegiado el de ‘morir’ por la patria. Jamás se consideró (o se disimuló, al menos) como un valor ‘matar’ por la patria. Sin embargo, cualquier acontecimiento histórico lo demuestra. Dentro del mismo bando unos morían por la patria, los que caían en el campo de batalla, y otros mataban por la patria, los que cantaban la victoria. También se moría por Dios. Los mártires, los santos, los misioneros entregaban su vida por Dios. (También se enarbolaron banderas para matar en nombre de Dios, no creas. Y aún peor: se mezclaron los conceptos de Dios y de Patria y se le roía el coco al personal para que muriese/matase en nombre de ellos). No sé si serían valores sólidos, pero la gente creía que lo eran. Había, en consecuencia, un halo de heroico resplandor en el hecho de morir , de ‘dar la vida’ por un valor de los que llamaban sacrosantos. Y los héroes o los santos eran venerados con esa especie de respeto generacional que se transmitía a través de los siglos. Hoy, sin embargo, hasta la dignidad de la muerte se ha perdido.
Ahora se han transmutado los valores. No es que se carezca de valores. No puede la persona vivir sin valores a los que aferrarse, para defenderse del desquiciamiento, cuando ventea el batacazo en el que ya no se sustenta el orden de sus ideas (si es que alguna vez las ha tenido). Acontece, sin embargo, que los valores ya no son eternos, poseen la transitoriedad de lo efímero, tal como son efímeros el poder, el dinero, la ostentación o el fútbol. Porque dentro de esta transmutación de valores, se le ha concedido al fútbol la cualidad de valor (bien se encargan de ello la televisión y la prensa deportiva, acuciadas por el afán desmesurado de ganancias). E incluso se muere por la hueca e inútil defensa de ese valor, a pesar de que también posea sus instituciones, sus héroes y sus santos. Y su fanatismo. Una religión futbolística cada vez más fanatizada. Han convertido su club en culto mistérico y al rival en enemigo a quien machacar. Los valores actuales. Más bien las «nocivas ilusiones valorales dimanadas del resentimiento», al decir de Nietzsche.


sábado, 27 de septiembre de 2014

LAS ARMAS NUNCA SON INOCENTES

La cara de mi amigo casi siempre muestra un rostro pacífico y manso, de natural bonhomía, que transmite serenidad y consejos. «Qué te pasa», le digo, «pareces mosqueado». «Nada», me dice. Yo comprendo que la negación adverbial es simplemente retórica y que, en el fondo, un cabreo sordo le desarticula los sentimientos y le aprisiona los conceptos. Cuando mi amigo muestra esta apariencia crispada, la causa de su inestabilidad emocional es la política, no falla. Para otros, la causa de sus desequilibrios es el fútbol, si juega Ronaldo o no juega Ronaldo, esas cosas, o los toros, si ERC está empeñada en que desaparezcan los toros sin tener en cuenta la representatividad folclórica de los toros ni la tradición histórica tan arraigada en el alma popular y en la concepción festiva de los españoles, claro, ellos no son españoles, son catalanes, etcétera. Así que me dirijo a él y le digo: «No tienes buena cara». «No, no la tengo», me dice. «La política, sin duda», añado. «Sí, la política», responde. «Pues no es para tanto,  en política hay que tomar las cosas como vienen». «Claro», se encrespa, «como a ti te importa un pito la política, que eres un agnóstico democrático, un tipo que no cree en la democracia, bueno, exactamente no eres eso, quiero decir, eres un tipo que no cree en la manera como los políticos organizan la democracia o la utilizan para sus fines partidistas, en fin, no sé, creo que me he liado, que eres apolítico en definitiva, aunque no creas, en realidad no existe nadie absolutamente apolítico; de la misma forma que  no existen los sinónimos absolutos porque las palabras guardan alguna relación significativa entre ellas, siquiera lejana, así las personas mantienen siempre alguna conexión ideológica de simpatía o rechazo con los grupos políticos, y precisamente quien muestra esa actitud de rechazo tal vez sea más político que el simpatizante, porque el esfuerzo del enemigo por tumbar al adversario siempre es más poderoso que el del afiliado que lleva la bandera en la manifestación. Mira si no lo del vídeo de Pedro Sánchez contra Pablo Iglesias. «Sí, creo que te has liado», le digo, «habitualmente no te embrollas de esa manera: más que una argumentación has llevado a cabo una exposición tautológica».  Es comprensible. Siempre estuvo en contra de la fabricación y venta de armas (obscena justificación del terrorismo y de las guerras, dice, y alguien habrá o debería haber que obligue a los poderosos a destruir el ingente arsenal de horrorosas, pavorosas y destructivas armas que poseen USA y Europa. Porque las armas de USA y Europa también matan). 
Guardó silencio, apretó los labios y sentenció:
—Ahora todo se justifica con los peligros del terrorismo: Franco también apelaba (siempre que pretendía justificar lo que tal vez era injustificable) a la conspiración judeo-masónica y el comunismo.

martes, 9 de septiembre de 2014

LA PARIDAD

He aquí que aparece de pronto la cosa sustantiva, pilar y sostén de la democracia: la paridad. Medios de comunicación, tertulias radiofónicas y televisivas, prensa escrita y electrónica no hablan de otra cosa. Ya se sabe qué son los medios de comunicación de masas, así los llaman, cuando les da por marear la perdiz del coto con un tema sobredimensionado. Va el asunto ahora sobre la paridad. Antes lo llamaban igualdad. Pero el término debía de resultarles plano, con olor a chamusquina de revolución francesa, y han optado por sustituirlo. Paridad. La progresía también se manifiesta en el léxico. Por esta razón se prefiere el término de ‘paridad’, menos visto y convencional, al de ‘igualdad’, más republicano y rojizo.
Tucídides, entusiasta de las ideas políticas de los sofistas, llegó a pensar que todos los hombres son iguales por naturaleza, pero concluyó que esta igualdad los enfrentaba pues nadie admitía que otro fuera igual a él. La guerra de todos contra todos, «bellum omnium contra omnes». A causa de esto, quizá, Hobbes, en su «Leviathan», sugiere que la utilidad y el apetito de mando son los determinantes exclusivos del ser en el Estado. De aquí a la arbitrariedad no hay más que un paso. Aunque los gobernantes se ‘sientan’ legitimados por las urnas, que son la metáfora de la sumisión.
Es confuso el concepto de paridad porque “todos somos iguales, pero unos más iguales que otros”. No me gusta la paridad, mucho menos impuesta por ley. El ‘fifty-fifty’ llama a engaño. En las listas deben entrar los políticamente cualificados, hombres y mujeres, no los pesebrilmente arrimados.

martes, 26 de agosto de 2014

MICRORRELATO DE LOS BUITRES


Yo vivía con los buitres. Vultur era el buitre todopoderoso de la colonia. Me acomodaba entre sus alas, me aferraba a su cuello y sobrevolaba los inmensos espacios de la quebrada, girando en las corrientes de aire hacia las alturas. Vultur vencía siempre cuando se trataba de disputar la carroña. Hundía su cabeza entre las vísceras, las engullía y se acercaba a ofrecerme aquellos restos sanguinolentos. Con la cara cubierta de sangre desperté. Ha tenido usted mucha suerte, es el único superviviente, dijo la enfermera.  

sábado, 9 de agosto de 2014

LA OBSCENIDAD DE ESTOS TAMBORES DE GUERRA

Tambores de guerra (si se permite el plano denotativo) llevan sonando meses y meses. La guerra se ha desatado en muchos puntos del planeta. Curiosamente, ahora no la llaman guerra, la llaman ‘operación’. Operación es una palabra que vale lo mismo para un roto que para un descosido. Parece mentira la amplitud semántica que puede desarrollar un término cuando al personal le da por utilizarlo. Operación Salida, inicio de vacaciones. Operación Regreso, 46 muertos. Operación Mediadora, para paliar hipócritamente la guerra entre judíos y palestinos. Así que ahora no la llaman guerra, la llaman operación. Operación Irak, nuevo punto de mira antiterrorista (¿detrás del petróleo, quizá?). ¿Qué horrorosa enfermedad, qué fiebre bélica impulsa a enfrentar al hombre contra el hombre, a matar? El agujero de ozono, la contaminación de las aguas, la deforestación de los bosques, el cáncer, el ébola, no dejan de ser minucias amenazadoras para el ser humano en comparación con este ansia de matar que obsesiona a los gobernantes. Hay quien asegura que todo es una gigantesca comedia, cuyo actor protagonista es Washington (Reino Unido, Alemania, Francia, España, China) con una trama obscenamente principal: la venta de armas y el enriquecimiento de los más ricos. La obscenidad de estos tambores de guerra es aterradora. Sin embargo, es sumamente fácil que los tambores dejen de sonar: si los países citados dejaran de fabricar armas, y de venderlas, se acabarían las guerras. Cosa fácil, pero irrealizable. Si se acabase con el tráfico de armas y se destruyesen las fábricas de armamento pesado y sofisticado, bajaría el dolar, el euro, el yen y el yuan, lo que equivaldría al hundimiento de las grandes potencias económicas. Y los ricos no pueden dejar de serlo.

martes, 24 de junio de 2014

POR CERO CÉNTIMOS DE EURO PUEDE USTED HACERSE UN SELFIE

Hacerse un selfie se ha puesto tan de moda que hasta el más tonto del lugar se autorretrata para después colgar en facebook su hermoso rostro. De esta manera están proliferando ahora (siempre han existido) las performances, término que viene a significar arte en vivo, con la diferencia de que, en lugar de aparecer el/la performer en un lugar y montar de improviso su numerito, va el gentío, se autorretrata y así da a conocer al mundo virtual lo favorecida que ha salido de la peluquería y, de paso, puede hacerse más o menos famosa/o. El último episodio lo ha protagonizado la artista luxemburguesa Deborah de Robertis que, el 29 de mayo pasado, se coló en el museo D'orsay de París y, con más rostro que un saco de cemento, se sentó en el suelo delante del famoso cuadro  de Courbet, El origen del mundo, que muestra un sexo femenino en primer plano, y va la tía, se levanta su dorada falda, y muestra su sexo a los sorprendidos visitantes del museo, al tiempo que recita «yo soy el origen, yo soy todas las mujeres», cosas así. Cierto, el selfie es para colgarlo en las redes sociales, y la acción de Deborah de Robertis ha sido un acto de exhibicionismo real que alguien ha calificado de artístico. Yo, lo que digo, es que la ilimitada posibilidad de reproducción de 'cualquier cosa' puede ocasionar un desmadre social de indefinibles consecuencias.

lunes, 16 de junio de 2014

RELATO DEL HOMBRE QUE PREFIRIÓ EL MARTILLO A LAS PASTILLAS

Destruyó el móvil, el ordenador y el televisor de 22 pulgadas a martillazo limpio. Agarró el martillo y se dedicó al ejercicio de la devastación. Felicidad completa. Una sensación gratificante, hecha de furia y azúcar, le recorría el espinazo y soñaba, siquiera por un instante, que se había convertido en un ‘terminator’ doméstico. Curado. Esa triste desgana que desmultiplicaba sus neuronas y le hacía considerar la vida como algo despreciable, esa desgana se convertía en regocijo después del proceso destructivo al que sometía sus frustraciones. Porque no era más que eso. El naufragio psicológico le ofrecía una tabla de salvación: el martillazo. Era la vuelta al ser. Sólo ‘era’ en la niñez. Destruía el juguete y permanecía en la más absoluta imperturbabilidad. Como niño ‘sabía’ que el juguete era para ser destruido, a pesar de la cansina oposición familiar que lo sermoneaba a la conservación y al cuidado. Con el tiempo, adquirió la categoría adulta y, con ella, la frustración y el infortunio. Como adulto era un ser desencantado. Su destino era desear y no conseguir. La sociedad está montada para excitar la persecución del deseo, pensaba. Pocas veces (o, en todo caso, en espacios de tiempo efímeros) conseguía lo que deseaba. Por eso mismo cada vez se sentía interiormente más frustrado. Aparecía el estrés, antesala de la depresión. No había más remedio que agarrarse al martillazo, empuñar la marra  y aliarse con la destrucción. Utensilios para superar las carencias interiores. La destructoterapia como único referente, quizás, de interpretar la realidad. El dolor, la enfermedad, la injusticia, el sufrimiento de los inocentes, la muerte, eran hechos frustrantes que estaban ahí, a la vista, tan cerca, y no sabía cómo interpretarlos. Las soluciones políticas no eran suficientes. Las soluciones humanas eran inadecuadas. El mal, el odio, la violencia, la competitividad, la envidia, lo atrapaban como una malla maldita. El incendio de la sangre crispaba las relaciones y tendía trampas punzantes a la cotidianidad. Como muchos seres humanos iba negando los valores que le ayudaban a interpretar la realidad de forma pacífica. El hecho religioso pretendía ofrecer una interpretación esperanzada de la realidad pero lo consideraba como un hecho cultural trasnochado. (Camus llamó suicidio del alma al hecho de entregar el espíritu a una idea trascendente: alienación, dijo). A pesar de todo, conocía a creyentes que utilizaban el valor religioso para encontrar una justificación a la presencia del mal en el mundo y  salvarse. No para salvarse en otra vida, que desconocía, sino para salvarse en ésta. De la frustración, del desasosiego y de la desesperanza. Mientras tanto, se agarró a la marra y destrozó el ordenador, el móvil y el televisor de 22 pulgadas como terapia equilibrante. (Hacía tiempo que había arrojado al cubo de la basura el remedio espiritual de los valores).

lunes, 9 de junio de 2014

RELACIÓN DESMEDURADA ENTRE EL INFIERNO ECOLÓGICO Y EL INFIERNO ESCATOLÓGICO

¿Qué diferencia puede establecerse entre el infierno escatológico y el desastre ecológico? Salvo la imagen de Pedro Botero removiendo con el tridente el hirviente líquido de las calderas, ninguna. Ya se sabe que a cada pecado correspondía una aguadilla en el líquido apestoso y un pinchotazo en el trasero con un hierro al rojo vivo. Y eso ocurriría durante toda la eternidad. La eternidad, aquella bola de hierro recorrida sin cesar por una hormiga hasta conseguir partir en dos la bola: pues bien, en ese momento no hacía más que empezar la eternidad. ¡Horror! Billones, trillones de aguadillas y de pinchotazos en el trasero y aún no había empezado la cosa. Un infierno parecido predicen los científicos. El Planeta se convertirá o en inmensas extensiones anegadas bajo el nivel de las aguas a causa del calentamiento progresivo de los conos polares, o en un gigantesco desierto acuchillado por el sol y la sequía producida por el cambio climático, o en un cementerio en el que irán acumulándose los cuerpos sin vida de los seres humanos que ya, a esa altura del desastre ecológico, ni serán seres humanos ni nada, destruidos por virus, enfermedades, plagas, padecimientos y desgracias sin cuento.
 Puede que tengan razón, pero pienso que, en lugar de asustar al personal, deberían dirigir sus amenazas contra la poderosa industria internacional y contaminante. Por ejemplo, prohibir a nivel mundial la fabricación de coches que utilicen como combustible el petróleo y obligar a la fabricación de vehículos movidos por energía eléctrica o solar. Prohibir a nivel mundial la fabricación de  armas químicas y obligar a la utilización del uranio con fines pacíficos. Empalar sin consideración a las grandes compañías madereras que destruyen los bosques del Planeta. Mientras no se haga esto, ¿de qué vale que amenacen a la ciudadanía con el infierno ecológico por no separar vidrio, residuos sólidos y plástico en la bolsa de basura? Aunque quién sabe, como dice Manuel Alcántara «La vida está hecha de supervivientes».

sábado, 7 de junio de 2014

NOS LLAMAMOS CIVILIZADOS PERO NO ESTAMOS CIVILIZADOS

Civilizados. Nos autollamamos civilizados. La boca se nos llena (de aire) cuando lanzamos al viento la proclama de que somos civilizados. ¿Somos o estamos? ¿Somos civilizados o estamos civilizados? Esa es la pregunta (that’s the question) que me hago, como un Hamlet apesadumbrado, con cientos de miles de calaveras entre los dedos pegajosos de perplejidad.

O sea. Si de pronto te da un ataque de pureza lingüística y vas y te agarras a la Gramática de la Lengua Española, de Emilio Alarcos, comprenderás las no pequeñas diferencias que existen entre ser y estar. Porque resulta que el significado del verbo ser es esencial, algo así como una significación incrustada en la cualidad del nombre de tal forma que no puede quitársela de encima ni con ayuda del láser. Vamos, que es su propio pellejo, como si dijéramos. En cambio, el significado del verbo estar es accidental, y unas veces puede venir a cuento su significación y otras no. En este sentido, si uno es tonto quiere decir que la tontuna la lleva encima de por vida; por contra, si oyes decir que menganito está tonto quiere decir que la tontuna es una especie de gabardina que unas veces se pone y otras se quita.
O sea. ¿Somos civilizados o estamos civilizados? Si el concepto de civilización, y sus consecuencias, configura nuestro pellejo y desarrolla actitudes de respeto a las personas, a las creencias, a la cultura y a las ideas y dicho concepto de civilización nos impulsa a actuar en consecuencia, no hay duda: somos civilizados. Pero, de pronto, va el ser el humano y se dedica a matar a otros seres humanos, va la cosa de la civilización y se esfuma, y el ser humano se convierte en un tanque o en un F-18 o en un misil nuclear o en un genocida o en un vigilante de la playa mundial o en un gendarme del orden terráqueo, y resulta que sólo estamos civilizados (por el uso de la tecnología y todo eso), porque lo que se dice ser civilizados ya no lo somos.

viernes, 6 de junio de 2014

MICRORRELATO DEL PSICÓLOGO QUE NO RECETABA MEDICAMENTOS

Lo mejor es lo del psicólogo. Me acerco a su confesonario y le vacío la biodegradación de mi conciencia fisiológica.
—Soy un energúmeno del derroche físico —le digo—, y tengo de todo: ansiedad, desórdenes digestivos, fatiga, insomnio, dolores musculares y palpitaciones.
—Es el estrés —me dice—, esa especie de termita robotizada y perversa que corroe las entretelas de hombres y mujeres, siempre que ambos se pasen en los retos y estímulos personales.
—¿Qué hacer? —insisto.
Y, sorprendentemente, aventura una respuesta que me deja traspuesto.
—La risa —me dice muy serio—. La risa es la naturoterapia adecuada para solucionar tu problema. Ríete sin parar, ríete de todo y no hagas caso a nada. Si te ríes, llegarás a viejo.
 Así que he puesto en práctica la recomendación. Y Puesto que la risa nos salva del estrés y surgen tantos motivos de risa diarios, riamos. No hay más remedio que seguir los consejos avisados del psicólogo. De hacerle caso, te aseguro, amigo, que disfrutaré de una salud de hierro y, probablemente, me caerá la breva de  alcanzar una longevidad exuberante y casi bíblica, de esas en las que uno llega a conocer a los hijos de los hijos de los hijos.
(Hay un inconveniente: cuando camino por la acera contándome chistes de políticos honrados y millonarios cumplidores con el fisco, la gente piensa que estoy majareta al escuchar mis carcajadas).

martes, 3 de junio de 2014

MICRORRELATO DE LA CHONI QUE NO QUERÍA AL REY

Que me dijo un colega:
—Tienes que ver los programas.
— Imposible —respondí, no los veo nunca.
— Que sí, hombre, por probar no pierdes nada.
Y los vi. Era uno de esos programas televisivos de cuyo nombre no quiero acordarme. Vi a las Chonis y a las Poligoneras  sacudiéndose verbalmente como si en ello les fuera la vida, gritando, llorando, intentando ligarse ellos a ellas, ellas a ellos,  protestando airadamente porque iban a recortar "su" programa para emitir la noticia de la abdicación del Rey.
—¿Y qué mierdas me importa a mí del Rey? —saltó ella sacudiéndose el flequillo y frunciendo los labios hinchados de botox.

viernes, 30 de mayo de 2014

LA DUDA DE LA MEMORIA HISTÓRICA

Pues nada, que yo andaba como que no veía mal lo de la memoria histórica y todo eso, aprobado aquel viernes 28 de julio de 2006 en Consejo de Ministros. Hasta que hace unos días, el tipo que siempre te coloca la sanguijuela de la desazón me dice,
—Qué, te habrás enterado del pollo que se ha montado con lo de la memoria histórica.
—Pollo, ninguno —le digo—, simplemente están poniendo las cosas en su sitio.
—En qué sitio, ¿en el de acá o en el de allá? —dice torciendo el gesto.
Aunque le insisto en que no hay un acá ni un allá, aunque le comento que la realidad histórica produjo un hecho nefasto para todos, como fue el de la Guerra Civil y la Dictadura, el tipo me asegura con una convicción recelosa que me he dejado comer el coco, y que a ver de dónde sale lo de la memoria histórica, porque la República fue causa de la Guerra Civil aunque, después, la Guerra Civil causara la Dictadura. Por lo tanto, habrá que ondear la bandera de la memoria histórica que corresponde no sólo a los de acá sino también a los de allá, “porque memoria histórica tenemos todos”. Ante mis dudas y disconformidad con cuanto me expone, “Ven a mi casa esta noche”, dice, “te lo demostraré”. Llegado a su casa, después de los saludos de rigor, me lleva a su escritorio. Con sigilo (yo pienso en la impertinencia del secretismo que muestra), abre un cajón, saca un libro viejo, medio desencuadernado y, mostrándomelo, dice: “Aquí también hay memoria histórica”. Tomo el libro y leo la portada: “Causa General. La dominación roja en España. Avance de la información instruida por el Ministerio Público”. Editado en rústica y distribuido por Afrodisio Aguado, parece proceder de los primeros años de la Dictadura, a juzgar por la fecha del prólogo, firmado en diciembre de 1943 por Eduardo Aunós, ministro de Justicia. Mi sorpresa es mayúscula cuando lo hojeo y observo, contrariado, las fotografías de algunas checas oficiales (checa de Bellas Artes y Fomento, checa del subdirector de Seguridad, checa socialista de García Altadell, checa de la Agrupación Socialista Madrileña, entre otras), así como la interminable relación nominal de víctimas de la persecución religiosa en algunas provincias, más la relación de los asesinatos perpetrados en la cárcel Modelo de Madrid el 23 de agosto de 1936 (acompañada de espeluznantes fotografías).

Me quedo de piedra. Pienso que es preferible prever el futuro y arrinconar los modelos de memoria histórica. Todos.

miércoles, 28 de mayo de 2014

CUATRO COSILLAS SOBRE LA OPINIÓN

Suelen llamar opinión a la medida individual de un acontecimiento. Ya aseguró Parménides que la opinión no se alimenta del conocimiento del entendimiento sino del de la sensación. Quizá por eso las opiniones de unos y de otros, en esta actualidad controvertida en la que nos movemos, son encendidas y apasionadas. Si la opinión proviniese del conocimiento que proporciona el entendimiento, el gentío la acomodaría a la verdad objetiva. Ocurre, sin embargo, que cada cual acomoda su opinión a las sensaciones, y así resulta que la olla de grillos es gigantesca. Porque cada cual emite una opinión acomodada a la verdad subjetiva, a ‘su’ verdad. Es la verdad que proporcionan las sensaciones: el partidismo, el amor, el odio, los intereses, la venganza, el deseo. El gentío poco a poco se instala en la rueda de piñón fijo y excluye las opiniones de los demás por considerarlas contrarias a sus sensaciones. Carente de flexibilidad mental, el personal acumula sensaciones para juzgar a través de ellas los acontecimientos de la vida diaria, familiar, social, política, comercial. El resultado tiene que ser forzosamente negativo porque sólo a través del entendimiento puede llegarse a una exposición objetiva de la verdad admitiendo, al mismo tiempo, la verdad de los otros como posiblemente válida. De hecho, formamos la experiencia a base de percepciones sensibles, acumulamos los hechos de experiencia como el que amontona arena, y olvidamos que debe darse de antemano la idea para que sea posible la percepción sensible y con ella la experiencia. Fue Platón el que dijo estas cosas, cabreado porque Protágoras ya había soltado el latigazo de que todo conocimiento es sólo apariencia.
Todo este rollo patatero viene a cuento de que hoy día nadie respeta la opinión del contrario porque la considera un flatus vocis, una ventosidad de la palabra, a juzgar por los repetidos encontronazos verbales que nos ofrecen a diario los representantes de la cosa pública. (Lo de ‘flatus vocis’ no es cosa mía: lo dijo en el siglo XI o por ahí un tal Roscelino de Compiègne quizá para contraponer las palabras a los hechos. De nada). 

miércoles, 21 de mayo de 2014

LA PREGUNTA ES QUÉ OCURRE EN ESPAÑA

Me resisto semana tras semana, pero no hay más remedio: rencor y rédito político. Multitud de columnistas se preguntan qué ocurre en España. Noticias y artículos de los periódicos más importantes del mundo. 
¿Será verdad que los políticos son, en el fondo del barranco emocional, especialistas en el arte de arrimar el ascua a la propia sardina? No lo creo. Una persona no puede ser tan necia o tan mitómana o tan paranoica o tan de tontería circunstancial y talante, como para sobreponer sus propios intereses a los de toda una  nación. No puede ser que estén utilizando la teoría de Gramsci sobre la corrupción conceptual del lenguaje, «conseguir que el pueblo y sus dirigentes asuman que los vocablos fundamentales sobre los que se asienta la libertad signifiquen lo contrario a su verdadero significado». No puede ser, redundando en la idea, que se les haya concedido la palabra para ocultar el pensamiento. Sería la peor de las maldades. No puede ser que todo el espectro político se nutra de mentira, engaño e insultos. Rechazo la campaña electoral basada en la caza del voto. Me niego a aceptar que los españoles estemos gobernados por inútiles, ladrones, descerebrados, mentecatos, megalómanos o paranoicos. No acepto que a los españoles sólo nos importe el bolsillo, y seamos tan gilipollas como para que nos dé igual el desbarajuste político, el descojonamiento de los partidos, la obediencia partidaria de la justicia, la sinrazón burrera de los debates y el bolo descomunal de los escándalos económicos. Si el rostro actual de los políticos está embadurnado de crispación, rencor y desgobierno, apaga y vámonos. Habría que alzar los brazos e implorar la clemencia del cielo.




lunes, 19 de mayo de 2014

DIÁLOGO PARA BESUGOS (LA CAMPAÑA ELECTORAL)

Hubiera preferido no dedicar ni media palabra a la campaña electoral. El gentío está saturado de información campañera. No hay emisora de radio, programa de radio, emisora de televisión, programa de televisión, periódico nacional, regional o provincial, revista de información general o científica o tecnológica y hasta artística y económica que no otorgue más del cincuenta por ciento de su programación o índice de materias a la campaña electoral y a las encuestas. El personal está informado de sobra. Así que voy a referirme  a la campaña con más pena que gloria.  Aseguran los psicólogos, tan de moda, que jamás debe exigirse a los niños que cumplan su deber y engatusarlos con premios por hacerlo. Pues bien, Cañete y Valenciano buscan el voto con promesas —el premio— de empleo y pensiones, por ejemplo. Resulta superfluo reseñar la abundancia de promesas que arrojan por su boca mitinera, tal como los dragones góticos arrojaban fuego devastador. Todo el mundo las conoce, las lee, las escucha, las aborrece. Para evitar la información repetitiva y cansina, no se me ocurre otra cosa, al respecto, que transcribir un diálogo para besugos.
(Acotación: La escena se desarrolla en un bar. Los parroquianos beben cerveza y chatos de vino de 0,75. Junto a la barra, dos ciudadanos dialogan, enfundados en sendos chaquetones políticos. Los chaquetones son de bajo precio, comprados en el mercadillo de los jueves. Voces futboleras. Trasiego de vinos y cervezas. Las tapas revolucionan los jugos gástricos y aumentan el deseo incontrolado de beber. El logotono de un teléfono móvil se orina junto a la barra. El gentío se sorprende y guarda silencio durante dos segundos. A pesar del copiazo de Valle-Inclán, el logotono del teléfono móvil vuelve a orinarse junto a la barra. Nadie le hace caso. Alguien juega en la máquina tragaperras y el sonsonete de la musiquilla enturbia las conversaciones. La chica de la barra oferta en una bandeja  montaditos de anchoa y huevo cocido. Los dos ciudadanos que dialogan se desabrochan el chaquetón político).
Uno.- Falta poco para las elecciones.
Otro.- Y tan poco: unos seis días.
Uno.- Pues yo no sé si votar o no. Las campañas me desorientan.
Otro.- A mí tampoco me gustan las campañas políticas. Sirven para poco.
Uno.- Hombre, una cosa es que desorienten y otra que no sirvan.
Otro.- Ojo, no he dicho que no sirvan. He dicho que sirven para poco.
Uno.- Una campaña electoral tiene que servir para mucho. Si sirve para poco es que no sirve.
Otro.- Si no sirve es que no engancha.
Uno.- Si no engancha es que no convence. Y no convence porque desorienta. A mí, tanta campaña me ha descolocado. Tanta promesa me resulta irrisoria y las promesas irrisorias rozan la banda de lo grotesco.
Otro.- Lo grotesco sólo adquiere sentido en el circo.
Uno.- En el circo hay leones y payasos.
Otro.- Los leones rugen y atacan, los payasos hacen reír.
Uno.- Cañete es el candidato perfecto del PP: enchufado y recomendado.
Otro.- Eso lo dice Elena Valenciano.
Uno.- Valenciano a tus valencias.
Otro.- Hay valencias que se utilizan en bioquímica.
Uno.- La química de la credibilidad. Salvo en los mítines.
Otro.- ¿A quién crees?
Uno.- A ninguno. Según se mire, atendiendo a las recíprocas descalificaciones, ambos son malos. Luego los dos son malos.
Otro.- O no hay razones y los dos son buenos.
Uno.- Las encuestas llenan el cielo de España. Si Elena Valenciano y Cañete uniesen sus promesas y constituyeran un bipartito, los españoles alcanzarían la salvación.
Otro.- No puede ser. Qué iba a ser entonces de UPyD y de IU.
Uno.- No sé. Fabricarían pancartas y se afianzarían como fuerza de choque para cubrir las grandes mayorías. Las grandes mayorías que no les votan, supongo.
Otro.- De la misma forma que las encuestas no constituyen un índice de exactitud sino de publicidad, los grifos de Coca Cola no constituyen un índice de calidad sino de avaricia engañosamente bella. Como las elecciones.
Uno.- González ganó aquellas elecciones porque era un tío guapo, de nariz respingona. Y entonces la nariz respingona encajaba perfectamente con la pana.
Otro.- Elena Valenciano es más guapa que Cañete y además se enfrenta a su machismo.
Uno.- Y Cañete es aficionado a la bicicleta, lo cual que potencia mucho lo español.
Otro.- Como los desfiles de las pasarelas que sin cesar coloca La 1 en los telediarios.
Uno.- ¿A pesar de las tetas al aire y los globitos gluteales?
Otro.- A pesar. Lo español es lo español.

lunes, 12 de mayo de 2014

MICRORRELATO DEL HOMBRE QUE SOÑABA CON EL SUPERCUPÓN


Me encontré con un hombre que llevaba en la mano derecha un supercupón de la Once y en la izquierda otro con 25 apuestas de la euromillonaria. No estaba loco. Estaba sediento de dinero, para vivir como dios, me dijo. La mayoría de los españoles (españoles no, que está mal visto, la mayoría de los ciudadanos, mejor, suena más a República o a Revolución francesa), la mayoría de los ciudadanos arriesga su dinero en las apuestas públicas o en la Once. La quiniela futbolística saca de sus casillas a hinchas, forofos y peñistas; la lotería nacional trastorna los bolsillos de sus incondicionales, siempre esperando el maná de la suerte; la Once produce un flipe diario en viandantes y acereros que se detienen en los quioscos o en las esquinas para el aprovisionamiento de su salvación; la lotería primitiva enloquece a funcionarios y jubilatas; la euromillonaria afloja el seso soñador de hambrientos económicos: sería la rehostia, tío, veinte, cuarenta, ochenta o cien millones de euros, anda que no iba yo a dar por saco a tanto hijoputa como raja por ahí suelto. La apuesta, pues, supone un riesgo monetario que se corre gustoso porque va parejo con el sueño de cada uno. Y es de admirar esa pertinacia en el riesgo que impulsa una y otra vez al gasto, a cambio de unos efímeros instantes de sueño. 

jueves, 8 de mayo de 2014

RELATO DEL CONDUCTOR QUE SE CONVIERTE EN CONEJO

No me extraña en absoluto que a Gregorio Samsa se le erizaran las antenas y se le arrugara el caparazón cuando despertó aquella mañana y se encontró metamorfoseado, así por las buenas, en un monstruoso insecto.
Ya se sabe que Kafka es considerado por la mayoría como uno de los grandes de la literatura del siglo XX y que su capacidad narrativa corría pareja con su melancolía, su complejo de autodestrucción y la convicción de la propia culpa. Así y todo, Kafka se lo buscó. De manera que si su misma hermana llegó en algún momento a proponer a su padre que se deshicieran de aquella alucinación metamorfoseada, él se lo buscó, ya digo.
Yo no. Y aunque de vez en cuando soporto mis insoportables y propias metamorfosis, yo no me las busco para redimir la persuasión de la culpa. Me caen encima con esa aplomada violencia de lo repentino o lo inesperado. Y a ver. Porque yo me metamorfoseo en conejo. Y ocurre que cuando me cae encima la metamorfosis lepórida, suelo ir tan contento en mi coche silbando los primeros compases del concierto para violín en E minor de Mendelssohn, por ejemplo, tan bonito, y zas, los dos podencos de la cuneta (¿o son galgos?) adquieren dimensión antropomórfica en figura de pareja de la guardia civil de tráfico. Lo políticamente correcto, que se dice, es afirmar que la guardia civil de tráfico está para salvar al gentío que va como loco camino de la destrucción eterna y automovilística. Lo afirmo. Pero no me digas que a veces no se pasan y que en vez de dedicarse a salvar, que es lo suyo, se dedican a cazar. Es como si los ecologistas, tipo green peace rural y todo eso, se dedicaran a salvar los patos de una muerte contaminada y destructora en las inmediaciones del Borbollón para después cazarlos y comérselos a la naranja.
Bien. Circulaba yo, tan contento, por esas carreteras de la Sierra de Gata trazadas, a lo que se ve, por algún ingeniero de caminos borracho ayudado por un topógrafo irremisiblemente bizco (Moraleja, Perales, Hoyos, Villamiel, Trevejo y así), cuando al salir de una de las trescientas cuarenta y siete curvas del trazado vial divisé el todoterreno del PGC y, a su lado, un agente que agitaba el brazo como si me despidiera. Todo lo contrario: tuve que acercarme. No se inmutó cuando empecé a metamorfosearme en conejo y me exigió, con esa impasibilidad educadamente moderna de los agentes hollywoodenses, que le entregase la documentación. Pretendí filosofar y advertirle acerca del concepto kantiano que supone el cumplimiento de la ley por la ley, pasándose por el arco del triunfo el espíritu de la ley. Pero ni por esas. Afirmó que había cometido una infracción.Y a pesar de que mi aspecto conejuno debía de ser ya evidente, me atreví a negarlo. Retrucó que había pisado la línea continua tres kilómetros antes y no había respetado la señal que prohíbe circular por encima de los 60 kh en aquel tramo. Me admiraron las cualidades de adivinación del agente y así se lo hice ver. No quiso advertir mi ironía y, con cierta displicencia, condescendió a informarme de que el coche-radar, suficientemente oculto entre la maleza, lo había avisado. No tenía más remedio que denunciarme. Y me ofreció amablemente el expediente sancionador y un bolígrafo para que firmara en el epígrafe de conforme, dijo.
Naturalmente, no firmé. Y no por adoptar esa actitud tenaz y tozuda que supone cualquier oposición a la ley, no. Simplemente no lo hice porque los conejos no saben firmar. (Gregorio Samsa tampoco pudo salir a vender paños aquella mañana).


martes, 29 de abril de 2014

RELATO DE LA MUJER DEL CARRITO QUE COMÍA PIPAS

No es el comienzo de un cuento, pero podría quedar así.
La tarde era aún brillante y los últimos rayos del sol refulgían contra el cristal del limpiaparabrisas como mariposas inconstantes. La tranquilidad que inundaba la avenida, mientras el coche avanzaba despacio frente al colegio Virgen de Argeme, era abrumadora y extraña. Bajé las ventanillas para sentir la brisa caliente y admirar, al mismo tiempo, la extrañeza del mundo y del entorno.
Mientras escuchaba el sonsonete publici­tariamente bobo de la radio, todo el orbe me aplastaba contra el asfalto regado no hacía mucho. Mi pensamiento, como tantas veces, navega­ba hacia la fantasía. En esos momentos, pensaba que las leyes implacables que rigen los destinos de todos perfeccionan el mundo y, a su vez, deterioran el anhelo inmortal que confunde a los hombres.
En la plaza de la Casa de Cultura, ahora llamada (en un afán sin duda meritorio de progresía y otras modernidades) Plaza de la Constitución, los insectos, felices, revivían los arbustos que exhalaban sus aromas bajo el cielo de abril. El sol había calentado los pétalos de las rosas abiertas como vientres dispuestos a la fecundidad. Las hojas de los árbo­les, que crecen libremente, desarrollaban su ciclo de suprema armonía.
Pensaba en el hecho de que cada instante que pasa es como una irradiación del perfecto suspiro que hace latir el cosmos. Preguntaba al pensamiento: ¿adónde voy ahora que soy extraño al todo que el universo puebla, perdido en los laberintos del sueño humano que desciende hasta el dolor frustrado de las propias palabras?
En este instante, absorto en mis pensamientos, decidí des­viarme por el carril de la derecha, justo a la altura del Burbu­jas. Los coches, aparcados en batería a ambos lados de la calza­da, dificultaban la circulación. Por si fuera poco, una mujer joven caminaba delante de mí por el centro de la calle con esa apariencia despectiva del poseedor de todos los derechos, tranqui­lamente caminaba, ya digo, mientras empujaba un cochecito y, al parecer, comía pipas, según pude deducir al mirar sus gestos que, una y otra vez, dirigían la mano hacia la boca y la retiraban seguidamente. De vez en cuando, giraba la cabeza hacia la derecha, supongo que para escupir. Su pelo era largo y rizado, con gomina, y su trase­ro oscilaba atractivamente al impulso de los glúteos.  “Seguro que se aparta, el ruido del motor la avisa, seguro, tendré que fre­nar, no creo que esté sorda, ¿será posible?, tocaré el claxon”. A juzgar por el respingo, el susto que recibió tuvo que ser consi­derablemente adrenalínico. Yo no llegué a tocarla; así y todo, cayó de rodi­llas, con el cochecito volcado sobre el regazo y las manos suje­tando a la criatura. Jamás olvidaré aquellos ojos asustados en los que brillaba la sorpresa, el miedo, el ridículo, el odio tal vez. Más duras que los ojos fueron sus palabras:
—¡El tío asqueroso! ¡Vamos, hombre! ¿Es que no sabe por dónde va?
Su tono era el del propietario absoluto a quien un intruso ha despo­jado injustamente de su propiedad.
—Disculpe si es que la he asustado —y le sonreí con la boca cerrada.
—¡Pues lo que nos faltaba, que ya ni de paseo pueda salir una!
—Oiga —sugerí tímidamente—, ¿para qué quiere la acera? Por ella es por donde tienen que caminar los peatones.
—¡Y una mierda! ¡Yo puedo ir por donde me dé la gana, so cegañuto!
La voz era histérica y chillona, probablemente aumentada por el extraño calificativo peatonil cuyo sema debía de resultarle malsonante o incluso insultante.
—¡Pues estaría bueno que vengan a decirme a mí lo que yo tengo que hacer! ¡Y, encima, me llama peatona! —añadió—.
En un momento, yo había pasado de una situación irreal (el transcurso de mis propios pensamien­tos) a la concreta vulgaridad de lo cotidiano. Parece evidente el susto en el que se precipitó la mujer, pero no fue menor el choque que recibió mi ensueño de perfección cósmica ante una realidad marcada, en aquel momento, por la frontera entre la verosimilitud y lo irreal.