Así que se me revuelven las tripas ante las
hipócritas sandeces de los mandamases, y gargajeo y escupo sobre la obscenidad
de la venta de armas. Afirmo que la obscenidad de la guerra
consiste en que los mandamases pretenden hacernos creer que ellos actúan
en nombre nuestro para evitar el genocidio, y va la gente y se lo traga.
Sólo pretenden aprovechar la
guerra para probar su nuevo y sofisticado armamento y, de paso, vender armas y
prestar dinero para la reconstrucción de países cuya destrucción ha provocado
la venta de sus armas. ¿En qué cosiste mi obscenidad?, pregunto. Y va uno
y me dice al oído, coño, lo obsceno está en que al final del artículo escribes
lo de la polla, hombre, que hasta cuándo vamos a seguir chupándonos la polla.
Muy feo.
No pretendo tener razón. Lo que para mí es acertado, puede ser desacertado para otros.
martes, 19 de junio de 2012
LA OBSCENIDAD
Me acusan de obsceno. ¿Tan
duro he sido en mi crítica contra la guerra y contra los mandamases de la
guerra? Yo sólo he pretendido manifestar mi opinión contra la guerra de Siria. Y contra China y Rusia, que la defienden (defienden sus propios intereses), y contra Occidente, que la rechaza de boquilla (también vende armas). Dije: ya está bien de que jueguen con nosotros: ¿Hasta cuándo vamos a estar chupándonos la polla?
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