lunes, 19 de enero de 2015

MICRORRELATO DE LA NIÑA CRÉDULA

Me amaba falsamente. Alzó los brazos para atrapar todas mis horas. Se nutrió de minutos para sentir la porcelana tibia de mi noche. Mas todo sucumbía en el pozo diario de la nada. También alcé los brazos para atrapar su tiempo. Pero el tiempo es pequeño. Un breve puñado de minutos que se escurren como el agua se escurre entre los dedos. Ese tiempo pequeño la abrazó ferozmente y la sedujo tenaz hacia la nada.  Estaba tan contenta en el vacío: su alegría manaba de los sueños que me hacen imposible.

sábado, 17 de enero de 2015

OBSCENIDAD DEL RAZONAMIENTO

Yo debo de ser un inconformista cósmico porque, según dicen, todo me parece mal. Dicho de otro modo, quizá no pueda haber un listo y noventa y nueve tontos dentro de la centena de cráneos que pueblan cada metro cuadrado de fauna urbana. Yo pienso que sí, aún a riesgo de parecer un extraterrícola autosuficiente, emancipado de las aceras. Porque vamos a ver: si la aptitud para el razonamiento estuviera tan extendida como lo está la capacidad para el asentimiento, apenas habría tontos. Pero la cosa no es así. Resulta fácilmente comprobable la verificación de que el personal, a estas alturas del progresismo milenarista, no razona sino que asiente. Basta que la publicidad le coloque el producto a tiro de supermercado, por ejemplo, para que la grey se apresure a adquirirlo sin atenerse a razones cualitativas, movida por un impulso aquiescente que la precipita al enganche del carrito sin atenerse a reflexiones previas. Y no sólo yo debo de ser un inconformista cósmico, como te decía, también deben de serlo los columnistas, colaboradores, críticos y otros plumíferos, en general, que ponen a parir la perversidad estética de los programas televisivos, amén de su degradación ética, su vulgaridad poética, su publicidad cosmética y su presentación patética (disculpa el sinsentido semántico y las esdrújulas). Sin embargo, el gentío no les hace caso y se afianza en el asentimiento ciego. Y acepta la bondad intríseca de tales abominables programas como si en ello le fuera la vida. Está visto que al ser humano, con héroes así, le han robado ya la gloria. Y el razonamiento.

jueves, 15 de enero de 2015

LA POMADA Y SU UNTE

La mixtura de sustancias grasas y otros ingredientes que constituyen la pomada, unta. Por eso se dice “estar en la pomada”. Quien está en la pomada tiene los dedos de la mano grasientos y lustrosos. Y, evidentemente, quien no está en la pomada no se unta. La práctica del unte viene de largo. El personal tiene que estar en la pomada si quiere sobrevivir o, lo que es lo mismo, cada uno se aplica la pomada que le interesa para proteger sus heridas. Las peores heridas son las causadas por el hombre. El hombre contra el hombre. La frase me recuerda algo que leí de Hobbes en aquellos tiempos en que uno se agarraba a la tabla filosófica como un náufrago de la existencia. Así que tiro de Leviathan y repaso algunas de sus ¿duras? aserciones, fundadas en un concepto antropológico dominado por el materialismo. Fuerzas y estímulos sensibles, reacciones de los sentidos. Eso somos, prisioneros del mecanismo de los sentidos, como los animales...  De ahí la pomada de la guerra. Desconozco el daño personal que hería a Hobbes para mostrarse tan resentido contra  todo lo que se movía. Quizá su trato constante con la nobleza inglesa, en plan servidor que acepta las impertinencias del señor (tuvo que ganarse la vida como preceptor doméstico de familias nobles), le configuró una costra de mala uva intelectual que lo impulsó a tirar con bala a la res cogitans de Descartes, y a elaborar su teoría del cuerpo, del hombre y del Estado. Tremendo. Lo releo y me parece tremendo. De una actualidad tremenda. La interpretación teórica de lo que llamamos Estado se funda en una recta razón que no trata más que de las rectas consecuencias en orden al egoísmo individual. Se trata del Estado primitivo natural en el que la naturaleza ha dado a cada uno derecho a todo pero, claro, la apetencia de muchos hacia lo mismo origina que cada uno se enfrente a los demás. Es, de hecho, la guerra de todos contra todos. Las obligaciones para con los demás no son más que probidades para la conservación de la propia vida. Egoísmo, en definitiva. En estas condiciones, el hecho de sobrevivir se convierte en algo realmente dificultoso. Así que hay que llegar a un acuerdo. Y, efectivamente, la ciudadanía acuerda ceder los derechos naturales personales y se llega al acuerdo libre de crear un orden, un derecho, una costumbre y una moralidad. Eso es el Estado como contrato social. En este sentido, el Estado es soberano absoluto con respecto a todos sus subordinados. 

viernes, 9 de enero de 2015

SOMATIZACIÓN NEGATIVA A CAUSA DE LOS REYES MAGOS

Yo es que me somatizo negativamente con esto de los Reyes Magos. Porque a ver quién justifica, digo yo, la aparición de juguetes(?) tan pavorosos como los ‘yugulator’, ‘violator’, ‘depredator’ y otros artefactos semejantes que los reyes de oriente con cara de Kung Fú amarillo exportan en camellos galácticos y en renos siderales para depositarlos en el angelical zapatito infantil. De esta forma, el angelical zapatito infantil se transforma a todo meter en anticipadas dosis de perversidad y mala leche con  las que se pueda fastidiar al enemigo y conseguir que Pepito muerda el polvo.
Y la madre, esa culebronera del quinto que recibe siempre al butanero con la arrogancia de las ondulaciones mientras el culo se le hace calisay al observar las miradas que el mozo le dirige a la pechuga, la madre, digo, muestra orgullosa a las vecinas el ‘violator’ que los reyes magos de oriente de China y Taiwán le han traído a su niño, mi amor, para que adviertan lo libre de prejuicios y lo desinhibida y lo moderna que es ella en estos umbrales del siglo. Y las vecinas observan, con cierto estupor embadurnado de misterio fisiológico, cómo el ‘violator’, pertrechado en su vehículo lanzamisiles, se encrespa y se endurece dentro de la simulación icónica y fálica que lo representa.
Y el padre muestra a los compinches cerveceros el ‘yugulator’ que los magos de oriente de China y Taiwán le han traído a su hijo, que es la hostia, tío, y se parten de risa al observar las piruetas agónicas de la víctima cuya cabeza ha introducido su hijo (aprendiz de verdugo tal vez superdotado)  en el agujero mortal de la unidad de tortura para que el enemigo se joda y se retuerza hasta que casque y deje allí el pellejo.
Y el tío Carlos, ese pesado insoportable que se ha pasado la noche de Año Viejo  asegurando a la grey familiar que en este país nadie tiene un euro y que lo de la justicia y la corrupción y la delincuencia y las cárceles son una vergüenza nacional y una mierda, el tío, digo, va y le regala al niño un artilugio que simula, a escala real, una pistola Smith & Wesson, y ensalza la puntería infantil cuando el angelito atraviesa una manzana colocada en la cabeza de Troski, el perro. ¡Cómo mola!
Ya sé que puede parecer exagerado lo que voy escribiendo. Y admito que tú y otros muchos regaláis libros y juguetes didácticos a los hijos, mira qué bien. Pero no por ello es menos cierto. Y aunque, según dicen, roza los límites de la obscenidad la manifestación ostentórea de los sentimientos, proclamo que odio la violencia con la misma intensidad que cualquiera que odie la violencia.

Moraleja: deseo con todas mis fuerzas que los reyes magos de oriente bélicos naufraguen cuando crucen el Océano Índico. Y que, sin violencia, en medio de las olas luminosas de la publicidad, se ahoguen mansamente. Por lo menos.

domingo, 4 de enero de 2015

ANTES DE LA CORRUPCIÓN YA SE HABÍA PERDIDO LA DIGNIDAD

Lo reconozco. La antigua dignidad de que gozaban los próceres que regían nuestros destinos,  se ha esfumado como se esfuma la niebla. En fin, se han perdido las formas. Hoy día, cualquier comentarista, o articulista, o periodista, o columnista, o lo que sea, alude a nuestros próceres políticos, y aun a obispos y otras eminencias, con un tratamiento pringoso y diario, algo así como de relación de vecindad, a la pata la llana que, la verdad, creo que es inmerecido. Nuestros próceres merecen algo más que esa aproximación al tuteo (tan español y carpetovetónico) que consiste en eliminar la cortesía del tratamiento. Al fin y al cabo son personas constituidas en dignidad, más o menos alta, y el personal plumífero y/o televisivo debería mostrarles un respeto onomástico que excluyese la camaradería y el acercamiento, ese aspecto confianzudo, como de haber comido juntos, que ha distribuido por doquier  la democracia (según piensan unos, progretas)  y la desfachatez (según piensan otros, carcas). Los medios de adoctrinamiento de masas han generalizado la omisión del tratamiento de la misma forma que se ha prescindido del sombrero. Ya nadie usa sombrero, y el tratamiento era el sombrero de la dignidad. Ahora, si alguien se dirige a un señor obispo, le casca un Cañizares o un Blázquez, a secas. Nada de reverendísimo señor. Si alguien se dirige a un ministro, nada de excelentísimo señor: Montoro o Wert a secas, y a correr. Y el Presidente del Gobierno no es el excelentísimo señor don Mariano Rajoy, a dónde vas tío, es Rajoy, y gracias, que con ese aspecto bobón y esa lengua insalivadora del labio superior va que chuta. Y el Presidente Autonómico de Extremadura no es don José Antonio Monago Terraza, ni siquiera el Sr. Monago Terraza, es Monago y se acabó, que para eso hizo sus escapaditas a Tenerife y, además, estamos en democracia. Porque aquí todos somos iguales, qué carajo, aunque unos tengan cargos y otros no. (Mi tío Eufrasio, al que hace tiempo he perdido de vista, dice que, efectivamente, todos somos iguales, pero que unos somos más iguales que otros).