martes, 26 de agosto de 2014

MICRORRELATO DE LOS BUITRES


Yo vivía con los buitres. Vultur era el buitre todopoderoso de la colonia. Me acomodaba entre sus alas, me aferraba a su cuello y sobrevolaba los inmensos espacios de la quebrada, girando en las corrientes de aire hacia las alturas. Vultur vencía siempre cuando se trataba de disputar la carroña. Hundía su cabeza entre las vísceras, las engullía y se acercaba a ofrecerme aquellos restos sanguinolentos. Con la cara cubierta de sangre desperté. Ha tenido usted mucha suerte, es el único superviviente, dijo la enfermera.  

sábado, 9 de agosto de 2014

LA OBSCENIDAD DE ESTOS TAMBORES DE GUERRA

Tambores de guerra (si se permite el plano denotativo) llevan sonando meses y meses. La guerra se ha desatado en muchos puntos del planeta. Curiosamente, ahora no la llaman guerra, la llaman ‘operación’. Operación es una palabra que vale lo mismo para un roto que para un descosido. Parece mentira la amplitud semántica que puede desarrollar un término cuando al personal le da por utilizarlo. Operación Salida, inicio de vacaciones. Operación Regreso, 46 muertos. Operación Mediadora, para paliar hipócritamente la guerra entre judíos y palestinos. Así que ahora no la llaman guerra, la llaman operación. Operación Irak, nuevo punto de mira antiterrorista (¿detrás del petróleo, quizá?). ¿Qué horrorosa enfermedad, qué fiebre bélica impulsa a enfrentar al hombre contra el hombre, a matar? El agujero de ozono, la contaminación de las aguas, la deforestación de los bosques, el cáncer, el ébola, no dejan de ser minucias amenazadoras para el ser humano en comparación con este ansia de matar que obsesiona a los gobernantes. Hay quien asegura que todo es una gigantesca comedia, cuyo actor protagonista es Washington (Reino Unido, Alemania, Francia, España, China) con una trama obscenamente principal: la venta de armas y el enriquecimiento de los más ricos. La obscenidad de estos tambores de guerra es aterradora. Sin embargo, es sumamente fácil que los tambores dejen de sonar: si los países citados dejaran de fabricar armas, y de venderlas, se acabarían las guerras. Cosa fácil, pero irrealizable. Si se acabase con el tráfico de armas y se destruyesen las fábricas de armamento pesado y sofisticado, bajaría el dolar, el euro, el yen y el yuan, lo que equivaldría al hundimiento de las grandes potencias económicas. Y los ricos no pueden dejar de serlo.